15 de octubre de 2008

Correos electrónicos

El correo electrónico es uno de los inventos más útiles que ha salido del magín de los humanos. En cuestión de segundos te puedes poner en contacto con un amigo que está en cualquier parte del mundo y, además de saludarle y de preguntarle por la familia o por el trabajo, le puedes pasar una foto de la puesta de sol que estás viendo en Las Canteras o un archivo con tus elucubraciones más recientes. Incluso el amor se declara últimamente a través de la Red. Y hasta estas palabras que ustedes están leyendo ahora mismo han viajado por ese espacio virtual por el que nos estamos comunicando la mayor parte de los humanos. A estas alturas somos muchos los que no podríamos vivir sin mirar el correo por lo menos una vez al día. Uno se siente menos solo cuando recibe cartas, aunque éstas sean virtuales. Está claro que puestos a escapar de la soledad me quedo con las cartas escritas en papel, pero ya casi nadie escribe cartas en papel, y en el buzón del portal sólo lo siguen intentando los bancos. Y uno, ay, jamás se podrá enamorar de ningún banco. Como mucho te sientes atado de por vida, y eso más que amor es sumisión o esclavitud hipotecaria.

Lo que no me convence del correo electrónico es su concepto del trabajo y del descanso. No para nunca. Tú te vas de vacaciones y él sigue recibiendo encargos tan ricamente. Y claro, cuando tú llegas te encuentras más de un centenar de correos en la cuenta del trabajo, y otros tantos en la cuenta personal. Ahí sí que ya no me vale tanta tecnología y tanta evolución. Hace años te ibas de vacaciones y sabías que al regresar no había tareas pendientes. Era como empezar de nuevo por lo menos una vez al año, aunque todos sabemos que realmente empezamos de nuevo cada vez que amanece, y que además nunca dejamos de ser más que unos aprendices en esto de sobrevivir. Lo que sí me fastidia de esta nueva situación es que mientras tú andas relajado en Jandía, en Famara o en Maspalomas, tu correo te va acumulando el trabajo. Y da lo mismo que dejes un mensaje avisando que estás de vacaciones. Cuando regresas tienes todo el trabajo del mes ordenado y esperando una actuación inmediata. No compensa salir de vacaciones si al volver debes redoblar los esfuerzos para atender las supuestas actuaciones urgentes y los trámites que no admiten demora. Llegas relajado, saludas a tu jefe y a tus compañeros, y desde que enciendes el ordenador te rompen el equilibrio zen que traías de la playa. A este paso, cualquier día de éstos acabaremos renunciando también a las vacaciones para no estresarnos a la vuelta. Presiento que no andan desencaminados los que dicen que el modelo productivo chino está cada día más cerca.

CICLOTIMIAS

Los años que dejamos atrás nos terminan mirando desde la otra acera con la mirada cáustica e irónica de Robert Mitchum.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No, jamás nos podremos enamorar de ningún banco. Y menos con lo que nos están haciendo en estos momentos, o con lo que nos estaban haciendo y no queríamos enterarnos.

Anónimo dijo...

Con la mirada de Robert Mitchum, pero a veces también, por fortuna, con la mirada tierna de James Stewart

Treinta Abriles dijo...

Yo creo que lo del banco y cada cual es un "amor de conveniencia", y todo el mundo sabe que duran lo que dura la conveniencia (propiamente dicha), lo que en muchas ocasiones es mucho más de lo que lo haría un enamoramiento real.

En cuanto a lo de la relajación Zen, a mí se me pasó todavía en Canarias, en "los Rodeos", cuando el vuelo de "Vueling" se retrasó tres horas de vuelta a Madrid.

¡Playa de Famara! Ahora mismíto me voy para allá (OOOOOOHHHHHHMMMMMMMMMM)