17 de octubre de 2008

El milagro de las letras

Supongo que leemos porque carecemos de respuestas ante las preguntas esenciales de nuestra propia existencia. También podemos hacerlo por entretenimiento, por costumbre o porque sin lecturas la vida parece mucho más corta y previsible de lo que ya lo es. Los que hemos descubierto las maravillas de la lectura seguiremos recalando en los libros por encima de plataformas digitales o de ofertas multimedia. Digamos que somos capaces de movernos entre la tradición más arraigada y los avances cada día más vertiginosos, y que en esa ambivalencia lo mismo navegamos por Internet que abrimos un libro de Paul Auster o de Benito Pérez Galdós. Es cierto que cada vez se abren menos libros, pero se siguen abriendo, y si no ahí está esa cantera maravillosa que forman los millones de lectores de Harry Potter. Leemos como respiramos, y además lo hacemos en papel, negro sobre blanco, casi tocando cada una de las palabras del libro o del periódico que tenemos en nuestras manos. También está el olor, la textura y por supuesto el recuerdo de todos los libros que han ido agrandando los límites de nuestra propia existencia a lo largo de los años. No leer es condenarse a no seguir soñando.

Otros son más apocalípticos y tremendistas. A mí me ha dejado con la moral por los suelos las premoniciones del gran escritor norteamericano, Philip Roth. De entrada reconoce que las pantallas nos han derrotado, que la lectura se convertirá en un hobby y que se ha esfumado el hábito de la lectura, “como si para leer necesitáramos una antena y la hubieran cortado”. Supongo que después de leer eso necesitamos una pausa para coger aire y para armarnos de razones que inviten al optimismo y a un futuro más esperanzador. No le quito la razón a Philip Roth, pero creo que la lectura, entendida como heredera de la necesidad atávica que tenemos de que nos cuenten historias, se mantendrá como una necesidad vital en el futuro. Por más que pretendan que vivamos como máquinas, nuestro subconsciente se terminará agarrando a los sueños y a las palabras como mismo se agarra al amor o a la primera ilusión que nos tropezamos por la calle. A lo mejor se leerá en otros formatos. Pasó lo mismo con la llegada de la era Gutemberg, pero no por eso debemos amortajar a la literatura. Jamás llegaremos a buen puerto si nos olvidamos de las palabras. Ya decía la biblia que el principio era el verbo. Nada existe si no se cuenta y si no se lee. Incluso los milagros precisan de palabras para consolidarse. También la ciencia. Y sobre todo el ser humano, que es sin duda la especie más milagrera y sorprendente de la creación. No debemos olvidar nunca que sin los libros y sin los periódicos nosotros también estaríamos condenados al olvido.

CICLOTIMIAS
Se escondía de todo el mundo cerrando sus propios ojos cuando le mirabas. Él sabe que es en la mirada del otro en donde uno siempre se juzga sin piedad.

1 comentario:

Treinta Abriles dijo...

En "La Mejor Juventud" (mi película-serie favorita), Mateo leía para escapar de su atormentada vida, para porder ser a la vez partícipe y observador, de una historia, en la que nada había que decidir por uno mismo.