6 de noviembre de 2008

La silla

Una señora mayor camina a primera hora de la mañana por el Parque Santa Catalina. Tira de un perro triste y empuja una decrépita silla de ruedas vacía. En la silla está sacando a pasear su soledad.

7 comentarios:

Treinta Abriles dijo...

He empezado un curso de logística en O'Donnell. Como trabajo en Cibeles, he decidido andar hasta allí. Lunes y miércoles recorro el Parque por el borde y me acuerdo de ti y las citas de tu libro. Han empezado a poner las luces de Navidad, pero no las han encendido. Me encanta ese paseo.

He de reconocerte algo. No pude leer los últimos relatos del libro. Era el último que quedaba en "La Casa del Libro" y lo llevaba en el avión para regalárselo a Elena. Estuve cuatro días con ella y no me dio tiempo, pero Elena me prometió dejármelo de nuevo para terminarlo.

;-)

Jaime dijo...

No sé si te he dicho, Santiago, que soy un forofo de los microrrelatos. No sé si es por vagancia mía o incapacidad o qué es, pero me desenvuelvo mejor con pocas palabras, probablemente porque tenga una mente muy poco estricta en cuanto a voluntad se refiere y si algo se puede acabar en el mismo día, o, incluso, en una horita de nada, o en un ratito nimio, para mí es mejor que andar fabricándome una historia en la que acabaré, probablemente, perdiéndome.

Me ha gustado esta pequeña historia de metáfora de la soledad, tan cercana, aquí al lado del ¿Cine Universal se llamaba?. Ese parque Santa Catalina, hogar de los transeúntes más diversos, de un mogollón de personajes variopintos que conformarían, perfectamente, una enorme historia digna del escritor más audaz y entregado.

A mí es que se me rebelan los personajes. Y si no, lee, lee...

Absorción.

El protagonista me ha mirado extrañado. Y me ha colado una línea en la página sin que me diera cuenta.

-Si no me describes mejor, no puedo vivir.
-Pues te mato-, le he respondido.

Ahora vivimos ambos en el centro de la papelera.


En fin, podría haber sido peor... :D

¡Hola, Treinta Abriles! :)

Editor dijo...

Este pequeño microrelato aún no se ha publicado en ningún libro. No invento nada. Lo que cuento lo vi hace unas semanas, un sábado por la mañana, en el Parque de Santa Catalina, en la zona portuaria de Las Palmas de Gran Canaria, pero creo que esa mujeres están saliendo a pasear por todas las calles del mundo. Podría ser la misma que vendía cenicero por Arguelles de la que hablabas el otro día. Qué envidia los paseos matinales de otoño por El Retiro.

Editor dijo...

Efectivamente era el cine Universal el que estaba por Santa Catalina. Esos cines son ya literatura, y merecen muchas palabras evocadoras. Les debemos mil sueños a esos cines con olor a sotal y pantallas mágicamente imperfectas. Nosotros, al igual que tus personajes, también terminaremos revueltos en la papelera. No hay ningún dios que nos rechace y nos tire tras arrugarnos con rabia deicida. Caemos mansamente, inevitablemente, cada día, varias veces al día, y también, por supuesto, el último día. Lo mejor es que nos escribamos antes de que nos atrape el olvido.

Treinta Abriles dijo...

Hola Jaime. Muy bueno eso de que se rebelen los personajes. En mi caso se adueñan de mi vida, que no sé que es peor.

Bueno... Santiago. No es matinal el paseo... es a las 18:30, cuando saldo de trabajar. El curso es de 19:00 a 22:00. Desde luego, soy más "buho" que "alondra". Ya sé que lo tuyo es lo contrario.

Treinta Abriles dijo...

Acabo de recordar otra señora que observaba en la misma zona. Era señora que siempre llevaba la misma bata azúl, limpia.

Salía con un carrito de mano que no tenía tela, sólo la estructura de metal.

Todos los días, a la misma hora, recogía los periódicos antes de que la basura se los llevase y los ataba con una cuerda negra.

Era menuda y yo pensaba que su pensión no le llegaría, que complementaba reciclando periódicos y vendiéndolos al peso. ¿Y qué haría si un día se ponía enferma o se hacía más viejita? Muchas veces me sentí tentada a ayudarle a recogerlos, pero nunca lo hice...

Paseaba con mi novio de la mano y, mientras él era ajeno a mis pensamientos y a lo que veía, yo no le escuchaba, siendo partícipe de esa escena, en vez de observadora. Era como uno de esos cuadros en los que el paisaje carece de importancia, centrándose en dos figuras que se miran.

Editor dijo...

Todo es siempre relativo, Treinta Abriles. En Sidney tu paseo del Retiro es matinal, y tus pasos no conocen ciudades ni husos horarios. Cada vez que pisan el planeta realmente están pisando en todas partes. Piensa, por ejemplo, que tú y yo, cuando nos escribimos, estamos separados por una hora aunque creamos que estamos comunicándonos casi en directo. Por eso seguiré insistiendo en que caminas por la mañana. Los australianos y yo te vemos siempre a esa hora. Da lo mismo que tú insistas en que eres una caminante crepuscular.