4 de octubre de 2008

Las máquinas



No sólo se conjuran los necios. También las máquinas tienen montadas sus propias estrategias para sacarnos de quicio. Hace años, nuestros padres compraban una lavadora o una nevera y estaban al lado de la familia toda la vida. Incluso nos íbamos de casa y la máquina seguía funcionando convenientemente sin dejar de enfriar la comida o de lavar la ropa. A lo mejor se volvían más asmáticas y se ponían más ajadas, pero no fallaban ni se apagaban de la noche a la mañana sin venir a cuento.

Ahora no ocurre eso, ahora lo normal es que compres una máquina, no sé, pongamos por caso una tele de plasma o una secadora, y que se te pare de repente justo cuando han pasado un par de semanas del vencimiento de la garantía. Ya todo lo hacen para que consumamos y no nos durmamos en los laureles de lo anticuado o de lo meramente útil. Los aparatos, además de cumplir su función, tienen que tener un diseño y unas formas que se ajusten al mobiliario zen de nuestras casas o a los caprichos de los decoradores. Pero lo de dentro, la maquinaria, se conoce que no va con los nuevos tiempos, porque uno entiende que los nuevos tiempos han de mejorar siempre a los que quedaron atrás. En este caso los programas informáticos que instalan dentro de los aparatos, o la calidad de los cables y de los fusibles, no tienen nada que ver con aquellos artilugios que duraban toda una vida. Y encima ahora tampoco hay recambios. En un par de años desaparecen y cambian todas las piezas, y cuando estás delante del electricista se encoge de hombros y te dice que no tiene nada que hacer, y que él lo que haría es comprar algo nuevo sobre la marcha. “¿Una nueva? ¿Pero si esa tele la compramos hace apenas tres años?” Sí, una nueva con las mismas vergonzantes promesas de calidad contrastada, y así estamos cada cuatro o cinco años, saliendo de un crédito y entrando en otro sobre la marcha, que ya me dirán ustedes cómo diablos no vamos a estar siempre en crisis. Lo que ya no sé es si no serán los propios aparatos los que se irán dando aviso unos a otros sobre las fechas de rompimiento. Me imagino a la secadora de madrugada contándole a la lavadora que a partir del día siguiente si quieren secar la ropa ya la pueden ir tendiendo en una azotea. Y nosotros, mientras, nos pasamos la vida trabajando de sol a sol para pagar aparatos, hipotecas y contribuciones urbanas. Nos venden tecnología punta, pero todo se queda en la fachada y en el folleto de publicidad: a la hora de la verdad no nos ofrecen más que unas pobres máquinas moribundas. Incluso nosotros, que ya es decir, somos más inmortales que la mayoría de ellas.


CICLOTIMIAS


Tenía cinco minutos para decidir qué hacía con su futuro. Debía elegir entre Ciencias o Letras y la secretaria del instituto se estaba impacientando.

3 comentarios:

Jaime dijo...

Curioso. A veces participo en algún foro, por practicar un poco la escritura, y hoy he contestado con este mensaje a un comentario sobre fotografías que había, y recordé este tema sobre "máquinas". Sé que no es exactamente el tema, pero ya que lo tengo escrito...jejeje (qué vaguitis, oye, estos Octubres...)

Ahí va:

A mí me gusta la fotografía, sí, es sólo que no la practico. Pero, vamos, más o menos como con la cocina, la escritura, la escultura, el ciclismo, la jardinería, la pintura, la lectura, la artesanía y alguna más que ahora no logro recordar.

Así que tengo tres (¡tres!) cámaras, independientemente de la que traía el móvil que me regaló Vodafone cuando abandonamos a Telefónica por tenernos abandonados. Y de esas tres o cuatro, la del móvil la utilizo alguna vez, cuando veo alguna cosa, en algún lugar, pero como es todo tan indefinido, pues se suele borrar solo por las noches, cuando todos duermen. Las dos primeras eran experimentales, y ahí deben estar, experimentándose, también, solas, o entre ellas, aunque creo que son totalmente estériles, porque no he visto yo camaritas llorando por las mañanas ni centros de revelado de esos con luces rojas en la entrada, donde se desahoguen cuando se aburren. La última sí, esta sí que se usa, porque es digital y se maneja ella sola. Un día grabó un vídeo (también tiene video, obviamente) de un espectáculo muy entretenido, aunque de fondo y, por descuido, se nos grabaron también nuestras voces y las de los vecinos diciendo disparates y comentando el espectáculo, como buenos críticos que somos. Y no quedan muy bien los bailes de las señoras con nuestros ¡Mira, esa señora gorda se va a caer del escenario!, ¡Joder, se han torpezado!, y gracias de esas que se dicen mucho con los yetlás esos. Las fotografías sí, a veces se traspasan al ordenador, pero siempre en el momento preciso del día más crítico y, claro, aparece la ventana con las opciones de “si tiene usted el día crítico, anularemos el botón Suprimir, ¿tiene usted el día crítico?, Si, No, todo lo contrario, a usted qué carajo le importa". Y yo soy sincero hasta con los aparatos domésticos (mi lavadora ha dejado de centrifugar después de una llorera y un par de cajas de aspirinas) y casi siempre pulso No, que todo junto es pulsono, que es eso que se tiene cuando has tomado media botella de ginebra y tratas de dibujar una casa y te aparece una cueva, y me cree y no anula el Suprimir. Sincero, sincero, no soy, ahora que lo pienso. Será que con la lavadora tengo mejor relación...

En fin, cuatro fotos, y todas del perro, que es muy fotogénico y no tiene dedo para Suprimir. Los paisajes, flores y otros animales se asustan ellos mismos entre ellos y se suelen suicidar un poco cada noche.

Eso sí, tengo un montón de espacio libre en mi disco duro. En mis dos discos duros. El que está debajo del pelo el que más, por si hay goteras cuando llueva, que haya espacio para montar una central hidrológica, desde donde puedan manar pensamientos ahogados.

Glú, glú…

Pasen un buen domingo. Y disculpen ustedes la tontería...

Jaime dijo...

Por cierto que esta última "Ciclotimia" tuya es para andar atizándote hasta con el carnet de identidad. Que lo sepas.

Qué cosa tan sangrante, oye, qué cruda y dolorosa realidad para los que siempre tomamos la decisión equivocada. Y que no nos arrepentimos nunca, o eso decimos, no sé bien si porque creemos verdaderamente en ello, o por tranquilizar a nuestros psicólogos, que acabarán todos majaretas y el resto viviendo la vida...

Sí, yo también dudé cuando elegí, aunque creo que, de haber elegido lo que ahora creo que debía haber elegido, andaría igual de perdido en el camino este que está lleno de paradas, cruces, rotondas, glorietas, plazas, semáforos y algún guardia urbano equivocado...

Aunque dicen que dicen que "todos los caminos conducen a Roma", y yo soy de buen comer, así que voy practicando con los espaguetis y las pizzas, para cuando llegue.

Anónimo dijo...

Qué bien, Jaime, que aparezcas por aquí. Te reitero que es un auténtico placer leerte. Un fuerte abrazo, Santiago.