23 de octubre de 2008

Las tardes amarillas

Llevo treinta y cinco años sin salir de este verso. Todos los lunes, miércoles y viernes, así llueva o haga calor, me acerco al Retiro con una libreta y un bolígrafo para intentar desatascar este poema. Dependiendo de los días me concentro en los árboles, en el agua del estanque o en el canto de los pájaros.
A veces también me concentro en las miradas de las personas que vienen a pasear solas, pero a la gente que pasea sola no le gusta que se le mire a los ojos y más de una vez han estado a punto de darme un torta por mi persistencia observadora. Trabajo vendiendo calzoncillos en unos grandes almacenes, pero a mí lo que realmente me interesa es la poesía, y siempre he dicho que si no hubiera sido por este atasco que sufrí cuando tenía dieciocho años a fe que hoy sería uno de los grandes vates de Europa. Qué pena y qué mala suerte he tenido en la vida, no sólo con la literatura.
En amores, por ejemplo, me he quedado aún más varado que con los versos, y no sé ni lo que es un beso, y encima estoy solo desde que murió mi madre hace doce años: no tengo a nadie, ni siquiera un familiar lejano que me llame de vez en cuando para ver cómo estoy o para felicitarme, así sea de compromiso, por Navidad o Año Nuevo. Sólo me queda este poema, y por eso confío tanto en salir del atolladero y poder terminarlo algún día: presiento que cuando eso suceda se acabará toda la mala suerte que llevo arrastrando desde que me quedé seco y no supe cómo continuar adelante. Estaba aquí, en este mismo banco al que vengo tres días en semana, y les aseguro que por lo menos mentalmente tenía todo el poema en la cabeza. Luego pasó lo que pasó, que se me diluyó como un azucarillo, y sólo conservé el único verso que pude trazar en el papel: ‘las tardes amarillas de este otoño de hojas secas’. No he logrado salir de ahí desde entonces.
Algunos de los que me llevan viendo todos estos años se ríen de mí cuando me ven tan reconcentrado buscando los versos que me faltan para rellenar este poema. Ya, ya sé que pensarán que por qué tengo que venir a buscarlos justamente al Retiro. Pues si les digo la verdad ni yo mismo lo sé, es como una llamada, como una premonición que me empuja los lunes, los miércoles y los viernes de toda mi vida, algo superior a mi voluntad que ni siquiera me ha permitido salir de Madrid en todos estos años que llevo buscando. Realmente a mí me importa una higa la literatura, y ni leo ni me interesa lo que escriben otros: sólo estoy interesado en este poema que se me quedó a medias, bueno, más que a medias en el primer verso, y mientras no lo termine no voy a ser capaz de vivir tranquilo ningún día de mi vida. Hoy la tarde también está llena de hojas secas y amarillas. Y sigue siendo otoño.




5 comentarios:

Treinta Abriles dijo...

Una vez me contaste, que "El Parque" es de una época pesimista de tu vida. Espero, que el hecho de rememorar los pasajes de este libro, sea sólo porque echas en falta "El Retiro", que sientes nostalgia de ese Madrid, que tanto te gusta, pero que tan lejos te parece ahora que está.

Editor dijo...

Era un libro, bueno, es un libro, tirando a triste, pero también tiene mucho de evocador y de irónico. Compartiendo algunos relatos contribuyo a que no se pierda del todo en esta vorágine que se traga todos los libros en un par de días. Y lo bueno es que esas tristezas, o saudades, o aprovechamientos de personajes para ponerme en el pellejo de otros, creo que han ido madurando bien en estos años, que no se han vuelto ñoñas o tremendas. Sacaré algunos textos en las próximas semanas, y si desean acercarte al Parque, creo que son más de cincuenta relatos, todos con El Retiro como telón de fondo, pueden dirigirse a cualquier librería, o a la editorial: www.anroart.com

Jaime dijo...

No sé si llegó un mensaje que envié hace un ratito, así que intentaré redactarlo otra vez, a ver si me sale parecido...

Te decía que por qué no romperle la rutina a tu protagonista por un día, que se sorprenda por un momento, aunque mañana siga contándonos, de esa manera tan agradable de leer, su historia.

Y te decía que hoy, día par, llegaría al banco otro solitario, que no podría leer ese verso grabado en la madera del banco, pero mirando las hojas de esa su tarde amarilla de otoño, escribiría en otro lugar otro verso, que no llegarían a encontrarse nunca, pero que juntos podrían haber conformado un bonito poema. O algo así.

las tardes amarillas de este otoño de hojas secas

que vuelan entre los versos de este poeta olvidado

.....

Treinta Abriles dijo...

La verdad es que en ese libro me recuerdas mucho a Delibes y que, se nota que eres una persona muy observadora, que le puede la empatía.

A mí me gustó mucho cuando lo leí de camino a Tenerife, va a hacer ya dos años. Me sentía muy identificada con tu manera de compadecer (padecer con).

Me parece muy interesante que, al recordarlos, escribieses una frase en la que cuentes cómo se te ocurrió ese relato, que aclares algo de él o que centres la atención en una idea que quisieses transmitir en ese momento.

Editor dijo...

Tomo nota de lo que dices y me parece muy interesante. También estoy abierto a las preguntas de ustedes. Un abrazo