6 de octubre de 2008

Papagüevos



Nosotros no mojamos la magdalena en el té para recordar. Nuestros recuerdos se agarran a sabores y vivencias más cercanas al Caribe que a los inviernos parisinos. Volamos más rápido con el recuerdo de los helados de la infancia o con el olor del mar cuando baja la marea y toda la costa huele a rosas muertas y a una cierta melancolía que nos pone más cerca del canto triste que del lamento. También regresamos en las fiestas luminosas que nos recuerdan toda la mojiganga y el espíritu bullanguero que corre por nuestras venas. Nuestra malagueña, siendo triste, es hermosamente vitalista, cadenciosa, y sobre todo poética y evocadora. Pero desde que nos dejan salimos a las calles detrás de la música festiva de la banda de Agaete. Un acorde de La Madelón nos vale para volver atrás, para volver a casa.


Ayer por la mañana fuimos invitados a ese recuerdo en las calles de Guanarteme y en el Paseo de Las Canteras. Por tercer año consecutivo, la Comisión de Fiestas del Pilar volvió a reunir en las calles capitalinas a papagüevos de toda la isla. En unos metros se concentraron muchos de esos seres de cartón piedra que por suerte no envejecen como el resto de los amigos y conocidos, y en el caso de los papagüevos de mi infancia guiense ni siquiera se van quedando más pequeños que nosotros con el paso de los años. Casi todo lo demás decepciona con el paso del tiempo, y al tratar de desandar caminos y de volver a la infancia lo más probable es que no encontremos las emociones y las alegrías de aquellos años luminosos, entre otras cosas porque nosotros somos menos emocionables y llevamos muchas más canalladas encima. Pero los papagüevos quedan a salvo, y cuando uno los encuentra danzando en cualquier calle de la isla reconoce al africano, al caribeño, al portugués o al andaluz que corre por nuestras venas. Son paganos y están libres de pecado, por eso supongo que no envejecen y que están a salvo del tiempo y de sus lamentables consecuencias. Cuando bailas un rato junto a ellos parece como si nada hubiera cambiado en todos estos años. Y a lo mejor es que todavía seguimos bailando entre los mismos acordes bullangueros y que todo lo vivido no es más que un sueño que dura lo que dura la música. Ayer volví a regresar cerca del mar y de los papagüevos en los alrededores de la playa de Las Canteras. Nuestro carnaval dura todo el año porque todo el año es necesario tener a mano las alegrías que nos salven de la casposa y catódica realidad que nos tratan de vender últimamente.


CICLOTIMIAS

Estabas realmente guapa en aquel escenario mágico del tiempo que decorábamos tú y yo amándonos a la hora del crepúsculo. Yo quería ser entonces Neruda para detenerte para siempre en un verso; tú, en cambio, sólo querías casarte y tener muchos hijos universitarios.

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