19 de noviembre de 2008

Nueva York

Se había quedado sin argumentos, justo ahora que regalaban un viaje a Nueva York al que escribiera el mejor microrelato. Ella le ayudó durante varios días a buscar temas, pero él se había quedado seco. Sabía que el sueño de su vida era visitar Nueva York, y que una vez allí ya no habría nada que detuviera su talento creativo. Siempre se lo decía: “el día que llegue a Nueva York me convertiré sobre la marcha en un genio; sé que una vez allí me pondré a escribir como Paul Auster”.

Ella le quería. En treinta años no había logrado publicar un libro, pero no le importaba, ni tampoco que se rieran de él los editores y los periodistas cuando presentaba sus trabajos. Aquella noche él llegó a casa y se encontró la nota en el salón. Se puso a escribir sobre la marcha y le salió de un tirón el relato que llevaba varias semanas buscando. Sabía que ella, tal como decía la nota que iba a hacer, no hubiera dudado en cortarse las venas si de esa forma activaba su inspiración y lograba sentarlo delante del ordenador. Había escrito un cuento sobre la muerte de las personas queridas y la soledad de quienes llegan a casa y no encuentran motivos para seguir sobreviviendo. No se atrevía a entrar al cuarto de baño.

Les dejo con una canción realmente bella. No se la pierdan.

15 comentarios:

Treinta Abriles dijo...

Dios nos libre de los amores sin medida.

Juanjo dijo...

Tremendo, Santiago.Sublime.

¿Por qué hay que esperar al momento en el que nada tiene remedio para entender las cosas? Hay un dicho popular que me encanta y con tu permiso lo cito aquí.

"Quieres saber quien eres; cásate. Quieres ser bueno; muérete."

Editor dijo...

Que nos libre de algunos amores sin medida, Treinta Abriles, pero no de los amores sin medida porque entonces vamos aviados.


Muchas gracias, Mucho que contar. Un abrazo a los dos.

Anónimo dijo...

Este maravilloso soneto de
D.Francisco de Quevedo y Villegas me acompañan en mi camino,espero que les guste.
Cerrar podrá mis ojos la postrera sombra que me llevare el blanco dia,

Y podrá desatar mis ojos la postrera sombra que me llevare el blanco dia,
Y podrá desatar esta alma mia hora su afán ansioso lisonjera.

Más no , de esotra parte, en la ribera,dejará la memoria,en donde ardia:
nadar sabe mi llama la agua fria,y perder el respeto a la ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido venas que humor a tanto fuego ha dado,medulas que han glorisamente ardido.

Su cuerpo dejará no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán ,mas polvo enamorado

Editor dijo...

Quevedo cumple con creces lo que muchos años después escribió otro genio imprescindible. "Hay que ser sublime sin interrupción" (Baudelaire). Él lo era siempre. Este es poema es uno de sus muchos ejemplos.

Treinta Abriles dijo...

Soy ingeniero. Tiendo a poner un número a todo. Los amores sin medida tienden a infinito, que es demasiado.

Como decía aquel anuncio: "la potencia sin control, no sirve de nada"

;-)

Treinta Abriles dijo...

A ver esta qué tal:

http://www.youtube.com/watch?v=678RnDPvtL0

Editor dijo...

Magnífica canción y precioso video el que recomiendas. Vale la pena que le echen un vistazo. En lo de los números no puedo estar de acuerdo. Cuando nació el amor no había números, ni saben de matemáticas los cielos que se enrojecen por las tardes o las pájaros que cantan al alba. Es verdad que la pasión desbordada tiene grandes riesgos, pero hay que asumirlos alguna vez para no vivir de forma timorata toda nuestra existencia. En literatura, por ejemplo, hay que embridar muy bien esas pasiones. Ya lo decía el maestro Darío: "La virtud está en ser sereno y fuerte, el fuego interior todo lo arrasa". Pero ni el mismo Darío dejó de caer una y otra vez. Y gracias a eso, y a las posteriores caídas por culpa de esas pasiones descontroladas, nos dejó la obra que nos dejó.

Juanjo dijo...

Yo estoy de acuerdo contigo. Cuando se vive la ilusión del renacer de algo que se creía muerto y olvidado para siempre, todo es un sin medida, una fuente constante de expresión de sensaciones que la razón catalogaría de hiperbólicas, pero que el corazón en ese momento, las ve totalmente loables.

Treinta Abriles dijo...

¿Hasta la muerte?

Si tu vida se la entregas al otro completamente, te quedas sin ella.

Anónimo dijo...

Somos los libros que hemos leido,las peliculas que hemos visto,las canciones que amamos.Somos nuestros amigos,nuestros maestros.Los viajes que hicimos y los amores que tuvimos.Somos en un espacio y en un tiempo...
...Somos aquí y ahora.
Pero un amor tan sublime te eleva a otro espacio.Solo el que le pertenece a ese amor.

Juanjo dijo...

El hasta la muerte, Treinta abriles, pertenece al ámbito de la pasión desbordada.Del mundo del arte, como señala Anónimo. A eso me refiero yo. Cuando esperas algo, o estás tan prendado de algo, sientes que darías la vida por ello, sin pensarlo. Luego está claro, la parte racional, la que por el bien de todos nosotros, debe acabar imponiéndose o de lo contrario, esta vida sería una prolongación infinita del Kamasutra

Treinta Abriles dijo...

¿Kamasutra? ¿Por qué?

¿Quién recuerda el nombre de la mujer de Dante? Nadie. Beatriz lo ocupa todo.

Este fin de semana un actor me decía: "Para inspirarse, uno necesita una musa. Pero la musa no se debe tocar, hasta acabar tu obra. Después si, entonces deja de serlo y empiezas a buscar otra"

Editor dijo...

Recuerda que Dante vio a Beatriz tan sólo un instante junto al puente Vecchio. Le bastó sólo esa visión para escribir una de las obras de arte más grandiosas e intensas. Ni siquiera le hizo falta buscarla luego. La fuerza de aquel encuentro marcó toda su vida y toda su obra. No sé por qué escribo esto, bueno, sí, había 13 comentarios, y por si acaso quería pasar al 14. Un abrazo

Treinta Abriles dijo...

Pues si... tuvo su mujer, su vida... y todo lo marcó un instante.

Cuando el actor me preguntó mi nombre, él contestó: "Beatrice, como la Dante"