15 de diciembre de 2008

Iván

Nadie le va a devolver la vida que tenía por delante. Todos tuvimos veinte años y salimos a las tantas de una discoteca o de un estruendo de bochinches y música pachanguera. Por eso nos hemos identificado tanto con Iván Robaina: semana de clases y exámenes, partido de baloncesto el sábado por la mañana, cita con algún amor que uno creía para toda la vida y una noche de fiesta y de risas con los amigos. Alguna vez también nos vimos acorralados. Recuerdo los carnavales de hace unos años, con pandillas que iban sembrando el pánico por el Parque de Santa Catalina. Te podía tocar. Tiraban un vaso al aire y luego pateaban al que tenía la mala suerte de que le cayera encima. Lo de Iván no es algo que haya sucedido de repente. Se veía venir. Estaba viniendo y no nos queríamos dar cuenta.

Hemos dejado que la marginalidad se asiente en los arrabales de la ciudad, y no por mirar para otro lado nos vamos a escapar de sus consecuencias. Los barrios de Las Palmas de Gran Canaria han carecido estos últimos años de estímulos culturales, educacionales o deportivos. Algunos creían que todo se solucionaba inaugurando un parque con muchos metros cuadrados en vísperas de las elecciones. Y no hay que olvidar que esos mismos barrios fueron un baluarte esencial en nuestro desarrollo democrático durante unos años en los que la pobreza o la falta de oportunidades se combatían con búsquedas de proyectos sociales y con un compromiso por cambiar la sociedad y volverla más justa y solidaria. Pero hoy estamos confundiendo a los más débiles con un bombardeo de valores televisivos que echan por tierra todos los esfuerzos de los maestros: hemos asumido con naturalidad una cultura televisiva de la violencia y del todo vale que no tiene nada que ver con nosotros. Incluso en sus juegos matan y golpean virtualmente sin saber que de la pantalla a la realidad hay sólo un paso que se cruza fácilmente cuando faltan los asideros y los valores morales que pongan freno al salvajismo.

No cambiaremos de repente lo que hemos dejado crecer durante años, pero sí que podemos evitar que el futuro se convierta en una dantesca realidad marcada por el miedo, la inseguridad y el triunfo del más fuerte y del más pendenciero. El ejemplo que todos debemos seguir es el del padre de Iván Robaina. Ante la barbarie sólo queda la cordura y la vuelta a los valores que emanan de la justicia, la igualdad y la libertad que tantos siglos nos ha costado conquistar. Siempre habrá salvajes dispuestos a patearnos en cualquier esquina, pero no podemos dejar que se salgan con la suya.

CICLOTIMIAS

Convivir no es consentir. No confundamos.

4 comentarios:

Treinta Abriles dijo...

Recuerdo que, en química de COU, nos hablaban de la entropía como una medida del desorden del universo. Lo que más perpleja me dejaba era que después dijese: "Y el universo tiende a la entropía".

Esa era la razón por la que, una amiga mía maestra, decía que, nunca se debe dejar un hecho sin reparar. Ella se escudaba en que, si un alumno no recibía una reprimenda por su parte por algo mal hecho, esa acción, llevará cada vea a un desorden mayor, hasta sumirle a él y a otros, en un caos.

Algo falla en nuestro sistema.

Mi pésame más sincero por esta vida sesgada.

Juanjo dijo...

En un caso como éste, sobran las palabras. Es el alma el que habla en su lenguaje, un lenguaje que, sin saber cómo, acabas comprendiendo el significante pero no el significado, quizá porque carece de él. El vacío y el dolor dejados formulan miles de preguntas que no se llegan a responder, porque no se tienen respuestas claras.

Un amigo me ha dicho algunas veces que sería necesario que se impusiera una dictadura "light" y que en este país, las leyes están hechas para premiar a los delincuentes y castigar a los honrados.

Yo prefiero mantenerme al margen en cuanto a ideologías políticas; el presidente del gobierno, sea quien sea, de izquierda, de derecha, de centro o de la quinta dimensión, tiene cuatro años en los que diluvie, haya terromotos, suba la hipoteca, el petróleo, maten a tu hijo o a tu padre, él va a vivir bien, sin ninguna privación. Se limitará a hacer un patético acto de presencia y a decir que lo siente. Otra cosa es que la víctima fuese familiar de él o de algún juez de poder e influencia; entonces las cosas cambiarían.

Pero desde luego, hay gente que está dándole la razón a mi amigo y es una pena que sólo se aprenda a base de dolor. Un castigo ejemplar y público quizá disuada al próximo energúmeno a actuar con su cuerpo y no con su cabeza. ¿Por qué todo tiene que ser así?

Treinta Abriles dijo...

Me quedé muy sorprendida el día que un guía nos explicó como los pobladores aborígenes de la isla de la Palma entendían la justicia.

No sobraban los bienes, ni las personas, así que, no había cárceles y tampoco se mataba a nadie por el mal cometido. La justicia se basaba en suplir de alguna manera el mal que se había infringido a otro o a la sociedad, de la siguiente manera:

- Si uno quemaba la cosecha de otro, estaba obligado a trabajar gratis para el damnificado en su próxima cosecha.

- Si uno mataba al hijo del otro, le debía ceder uno de sus hijos para ayudarle en sus tareas.

-Si alguien hería a otra persona, estaba obligado a hacerse cargo de su familia y alimentarse hasta que se recuperase.

Quizá nos queda mucho que aprender de nuestros ancestros.

Editor dijo...

Qué curioso lo de La Palma, no lo conocía, pero sí es verdad que los pobladores prehispánicos de Canarias tenían una unión con la tierra y con el milagro de la propia existencia que nosotros hemos ido perdiendo. Será cuestión de volver a lo mejor de ese pasado, pero centrando siempre todos los esfuerzos en los principios de la Revolución Francesa. Creo que ese es el norte que nunca debemos perder, sobre todo en estos tiempos convulsos que se avecinan. Ya se pasaron dos guerras mundiales y se logró mantener, a duras penas, eso sí, esos principios innegociables de la libertad, la igualdad, la justicia y el pluralismo político. Ahora hay que ser capaces de globalizarlos y de que lleguen a todos los rincones del planeta. Ahora también habría que añadir el cuidado del medio ambiente.