A la primera bailarina le diagnosticaron un esguince de tobillo tres horas antes del estreno. Por lo visto bajaba unas escaleras y dio un mal paso mientras la vecina del quinto discutía zafiamente con su marido. Ella siempre pensó que la culpa de todo la tuvo la vecina con sus gritos: sus músculos estaban acostumbrados sólo a Chaikovski y a Prokofiev.
2 comentarios:
Y, seguramente, la bailarina tenía razón.
Jamás sabremos las consecuencias reales, que una acción nuestra pueda tener. Es posible que seamos incapaces de, siquiera, intuirlas.
Me has inventado
y yó creo en ese cuento
que comienza en la margen izquierda
de tu boca universal y perversa.
ELSA LÒPEZ.
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