12 de enero de 2009

El nudo

Las repeticiones de los actos cotidianos suelen conducir al olvido. No valoramos los esfuerzos que tuvimos que hacer para aprender el abecedario o la tabla de multiplicar. En nuestra concepción cada día más egocéntrica de la vida, a veces nos llegamos a creer que veníamos enseñados y con todos los manuales ya sabidos de antemano. Nos olvidamos de los maestros y de quienes aprendimos lo esencial de nuestra existencia. Por eso andamos hoy medio desorientados y sin saber qué hacer. En lugar de preguntar a los abuelos, los encerramos en el olvido de una residencia. Nos creemos capacitados para superar todos los obstáculos, y no sabemos que lo único que estamos haciendo es repetir los errores que cíclicamente se han ido repitiendo a lo largo de la historia. Otras culturas más sabias y menos alocadas siempre han identificado la vejez con la sabiduría, sobre todo cuando se llega a esa vejez después de una vida dedicada a la cultura y al análisis, y con la sapiencia de que todo conduce a algo tan esencial como es la supervivencia y la búsqueda de la felicidad.

De niños, siempre recordamos el día en que nuestra madre nos enseñó a hacer el nudo de los cordones de los zapatos. Quizá ése fuera uno de nuestros primeros momentos de libertad: ya no teníamos que esperar a que alguien anudara nuestros pies para salir a la aventura de la calle y de los juegos. Ahora nos amarramos los zapatos sin pensar en la técnica ni en la dificultad de aquel aprendizaje lejano. Tampoco valoramos aquellos pequeños esfuerzos diarios de nuestros mayores. Nos creemos omnipotentes y ultratecnológicos. No recurrimos a la mirada sabia de quien realmente sabe de qué va esta comedia diaria. Los apartamos, los ignoramos o los dejamos a un lado en esta carrera alocada que no deja tiempo para la pausa necesaria. En el fútbol también nos enseñaron que si el juego andaba descontrolado, lo primero que teníamos que hacer era bajar el balón al suelo. Sólo desde la serenidad y la quietud se podía empezar de nuevo con cordura. Lo mismo nos pasaba con la literatura. Teníamos un planteamiento y un desenlace, pero en medio estaba el nudo del que dependía la historia. Ese nudo de los argumentos teatrales es el que ahora mismo estamos viviendo nosotros, pero creo que lo estamos enredando de tal forma que difícilmente encontraremos la manera de dar con un final creíble. Sí es verdad que jugamos con la ventaja de que nuestro desenlace definitivo no depende de nosotros, pero es una pena que pudiendo enredar bien nuestros días prefiramos el caos del prepotente que no mira a la historia ni a sus mayores para poner algo de cordura en este juego de galimatías financieros. Nos olvidamos que desatar el nudo era realmente lo más fácil. Incluso los nudos gordianos. Lo saben ellos; pero ya nadie les pregunta.


CICLOTIMIAS

Cada acorde sueña siempre con una sinfonía perfecta.

Les dejo con una bella canción del gran Fito Páez

1 comentario:

Maldini dijo...

No es envida, de verdad que no. Es un privilegio conocer a los maestros en vida.
Si te digo Te Odio! sabrás que es de cariño, pero estará muy manido.
Por eso me conformo con un Gracias! y seguir aprendiendo que la sensibilidad, es lo más difícil de transmitir, y sólo se consigue con la paciencia de los abuelos, o de los maestros, como usted, mi buen.