15 de enero de 2009

El técnico informático

Escribía pensando en la posteridad. Consideraba calderilla la fama inmediata y amplificada por los grandes medios de comunicación de masas. No leía los periódicos, no veía la televisión, no escuchaba la radio, y a Internet sólo se conectaba para acceder a los archivos bibliográficos de las universidades y las bibliotecas más afamadas.

Terminaba ensayos y novelas y las dejaba reposar cuidadosamente en las carpetas del escritorio. Como buen kafkiano, quería que se publicaran después de muerto, o como mucho las quería dar a conocer cuando pasaran unos años y necesitara el dinero para poder seguir siendo un diletante. Pobre infeliz. No sabía que desde hacía más de cinco años todo lo que estaba escribiendo se estaba publicando casi simultáneamente. El técnico informático que le había reparado el sistema operativo del ordenador lo tenía totalmente controlado en la distancia. Si hubiera leído los periódicos o se hubiera asomado alguna vez a los programas culturales de la tele le habría visto con esa pose de pedante que estila ahora, todo el rato hablando de sus grandes libros y de su inquebrantable disciplina creativa. Incluso los versos que pensaba destruir cualquier día de éstos por considerarlos un poco cursis ya estaban traducidos a veinte o treinta idiomas. Cuando hablaban del técnico informático destacaban siempre su escasa formación y su desconocimiento de las grandes obras literarias. Lo definían como un milagro, pero nadie restaba méritos a su escritura. Todos lo consideraban un escritor de culto. Cada tarde rastreaba el ordenador de su cliente y se agenciaba los distintos textos que hubiera escrito. El otro, mientras, seguía empeñado en que algún día todo el planeta terminaría reconociendo la calidad de sus creaciones. No se equivocaba.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo que pasa es que en la vida
no te deja de sorprender la ingratitud humana.
de todas formas creo que esto está ocurriendo en todos los ambitos a nivel humano,social,politico etc,etc...

Conozco personas que son tan poca cosa que no se tienen ni a ellos mismos.