16 de enero de 2009

La cita

Llevaban meses manteniendo una relación virtual a través de las palabras. Se conocieron en un foro de Internet y poco a poco fueron rastreando sus filias y sus fobias, sus miserias y sus grandezas, y todo cuanto les fuera acercando al acercamiento y a la complicidad. Hoy era su primera cita. Quedaron en la puerta del teatro. La idea fue de ella. Él ni siquiera conocía la obra que iban a representar. Sólo quería verla, conocerla personalmente. Se reconocieron de inmediato. No le hizo falta mirar si llevaba una blusa roja. El flechazo virtual también se concretó en la vista. Se dieron dos besos y entraron en la sala. Ya dentro, ella le preguntó si le gustaba el ballet. Le aburría, pero le contestó que sí, que le encantaba como manifestación de los sentimientos a través de la expresión corporal. No sabe cómo le sucedió. Sólo recuerda a unos tipos musculosos saltando delante de él. Después ya no hay nada. Ni siquiera está ella. El acomodador le ha despertado de malos modos diciéndole que está en un teatro y no en una pensión de mala muerte donde se va a dormir o a fornicar a escondidas. No hay nadie. Sale a la calle, tampoco la encuentra. Sólo se cruza con bullangueros adolescentes que beben a morro y vociferan. Vuelve a casa y enciende el ordenador. No tiene ningún mensaje. Ella no está conectada. No lo hace nunca más. Le ha perdido la pista por completo. Nadie le ha dicho nunca que ronca escandalosamente. Lleva veinte años viviendo y durmiendo solo. Ella no pudo soportar el ridículo y se marchó sigilosamente del teatro como si no lo conociera de nada.

2 comentarios:

tOnYtO dijo...

¿Que mas se puede hacer en el ballet? jeje

Treinta Abriles dijo...

Lo difícil no es enamorarse. Lo difícil es seguir enamorado, cuando descubres que, ese ser idealizado, es como los otros.