9 de enero de 2009

La mediocridad

No permitas que la mediocridad también se adentre en tu inconsciente y te despierte de madrugada en medio de la estulticia y la horterada. Los sueños siempre deben quedar a salvo.


Les recomiendo el último trabajo de Amancio Prada. Interpreta magníficamente temas de Léo Ferré tan inolvidables como Vida de Artista, A ti, Veinte años o La memoria y el mar. Una auténtica maravilla que nos aleja, tanto a nosotros como a nuestros sueños, de la mediocridad. Les dejo con una de sus geniales interpretaciones, en este caso poniéndole música y voz a un poema de García Lorca:

5 comentarios:

Juanjo dijo...

Has tocado un tema delicado Santiago. Quizá porque estemos en el reino de la mediocridad. Quizá porque tenemos que ver cómo los cerebros válidos que da este país tienen que emigrar porque aquí es más fácil hablar de fútbol y de toros. Y aún hay que agradecer a una máquina conectada a una red qué, según la inmensa mayoría de nuestros ilustres conciudadanos, sirve para piratear películas y joder a SGAE, te dé la oportunidad de desarrollar esas inquietudes que de otra manera, quedaría enterradas en un cajón olvidado.

Juanjo dijo...

Se me olvidadba, soberbia la "Gacela del amor desesperado" Buscaré el disco de Amancio y prometo no bajármelo del emule. ¡¡Mensajito para la SGAE!!

Treinta Abriles dijo...

El problema de los sueños que no son mediocres, es que a menudo, duelen.

Santiago, no sabes cómo está Moratalaz hoy... ¡Menuda nevada ha caído!

Jaime dijo...

No sé yo si entrar a este jardín, porque puedo acabar lleno de espinas de rosas engañosas, pero ya que estoy en el burro, que dicen por aquí, pues ¡arre, burro!.
Soy mediocre. Me siento mediocre. Es una sensación extraña como de formar parte del mobiliario de una habitación desfasada en el tiempo, que cualquier decorador de interiores, de esos tan modernos que salen en televisión poniendo cara de desagrado cuando entran en casa de uno de sus clientes de “espectáculos de realidad” (a ver si empezamos a dejar los anglicanismos esos y utilizamos nuestro idioma, que tiene un mogollón de palabras válidas y preciosas, oigan…) echaría en el contenedor de la basura al menor descuido. También es verdad que soy un “dejado”, uno de esos que se sientan esperando la iluminación divina que le saque del ostracismo y el aburrimiento. Falta de criterio, me digo yo algunos días, cuando me pongo crítico. Falta de ganas, me digo si me lo digo en la cama. Falta de ilusión, me digo si acabo de escuchar una música de esas de llorar. Por faltas que no sea, acabo por decirme, y me imagino siendo un corrector ortográfico conmigo mismo, poniéndome comas y puntos donde me hubiera olvidado, y alguna diéresis curiosa para salir guapetón a la calle. Después me paro, de repente, y me digo: “chico, si es que no dejas de pensar, ¿cómo vas a ser tú mediocre?”, pero es que yo tengo respuestas para todo, hasta para lo que me pregunto a mí mismo, así que me respondo: “pensar no es suficiente”. Jó, y me quedo todo como destrozado, hecho unos zorros, ante tal prodigio de verborrea y locuacidad. Después ya me tiro de la lengua y trato de hundirme diciéndome que “es que el pensamiento hay que exponerlo, majo, que pareces una locomotora echando humo, contaminándote a ti mismo, sin saber adónde te diriges”, o “se pueden pensar muchas tonterías al día, pero un solo momento de silencio tiene más sabiduría que ese torrente de palabras que se te acumulan en la casilla de salida”. Y, claro, pues me quedo mudo, buscando esa sabiduría que yo me digo que debo tener en algún rincón del alma, que decía la trova aquella. Como ahora, por ejemplo. Un tornado de palabras sin sentido, y un silencio necesario. E igual una aspirinita o algo más fuerte, si acaso…

Ustedes ni caso. Yo sólo venía a desearles un buen año a Santiago y familia y a todos los que paran por aquí, que no me acuerdo si lo hice ya o no.

Editor dijo...

Te asguro, Mucho que Contar, que el disco de Amancio Prada nos colma de ternura y de belleza, una verdadera maravilla. Al comprarlo contribuimos a que pueda haber otros. Estoy de acuerdo contigo. Y efectivamente, lo que parece algo punible resulta que se convierte en el mejor medio de promoción. Tenemos que reconducir muchas cosas en este nuevo mundo que estamos montando.
Ya vi que nevaba, qué envidia, en todos los años que estuve en Madrid nunca tuve la suerte de una nevada que cuajara. Nevó muchas veces, pero nunca como he visto que lo hizo hace dos días. Lástima que las infraestructuras y los gobernantes estén todavía en el siglo XIX. Da miedo el mundo que tenemos. Ante cualquier contingencia aparece el caos. Es como si todo estuviera cogido con alfileres.
Y a ti, Jaime, qué decirte. Si eso que escribes sobre ti mismo es mediocridad, bienvenida sea la mediocridad. Manejas el lenguaje divinamente, y sobre todo la ironía, empezando por ti mismo, que es por donde se deben empezar siempre las obras que realmente valen la pena.