14 de marzo de 2009

El mundo de tiza

Te asomas por la ventana del aula en el que estuviste cinco años aprendiendo números y letras, nombres de ríos lejanos, fronteras proteicas o milagros de santos, y sólo descubres un encerado descascarillado y sucio en el que no queda nada de los luminosos trazos de las tizas con las que te fueron pintando un mundo que jamás se ha correspondido con la realidad. En la vida real dos más dos nunca terminan dando cuatro. Nadie nos explicó entonces lo de los matices ni lo de las trampas.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Ay!! cuantas veces habré dicho yo eso... que en esta vida.. dos más dos son cuatro y blanco y en botella, leche... casi siempre suele fallar. Al igual que no existe el blanco o el negro,hay muchos matices.
Lamenteblemente son demasiados los que solo creen en las matemáticas y las apariencias.

Editor dijo...

Tienes toda la razón, Fénix. Hay una frase de Delibes que siempre tengo presente, sobre todo en los días convulsos y cuando parece que todo se va a venir abajo: venía a deir que era el azar, y no los años, el que pone las cosas en su sitio. Las matemáticas están bien, y nos han permitido avanzar una barbaridad, pero hay algunas puertas que aún no han logrado franquear. Tampoco ha dado respuestas a las preguntas fundamentales. Seguimos en manos del azar. Lo del colegio estuvo bien porque entonces no dudábamos tanto como ahora. Así y todo a muchos nos costó trabajo creernos y aprobar las matemáticas.

Anónimo dijo...

Dichosos los que no sabemos contar!!!
Eso sí, no por ello ciegos...Besos.

Anónimo dijo...

Esas trampas de la escuela se contrarrestaban con un mundo cuasi-perfecto. A veces recordando esos momentos la vuelta atrás me provoca desazón. No por no querer ser un niño, que creo que sigo siendo, sino por las vidas que a veces se moldeaban con un cierto "engaño". La vida real es tan irreal en aquellos momentos.

Un abrazo Santiago.

P.D.: Yo también era un negado en las matemáticas.

Editor dijo...

Tienen razón los dos. No éramos ciegos. Lejos de los números se citaba la magia y la aventura diaria del descubrimiento. Hay que luchar por no de dejar de mirar nunca el mundo con esos ojos virginales que se sorprendían ante todo. De esa mirada depende mucho nuestra vitalidad y nuestras ganas de seguir echando abajo las fronteras de tanta y tanta mediocridad.