27 de marzo de 2009

La serena quietud

No somos tan canallas
cuando aún los pájaros nos cantan,
y amanece,
y el mar no se aleja para siempre
de las orillas que vamos poblando.
También me vale el silencio de la noche,
el orden matemático del universo,
la materia oscura
que nos devuelve a las sombras,
el oxígeno que nos mantiene vivos,
la serena quietud
de quien ya no espera nada de la vida.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

A veces nos aterra pensar que somos maltratadores del mundo. Muchas veces vamos más allá de lo que realmente es. Quizás deteniéndonos un poco en las pequeñas cosas sintamos esa serena quietud.

"No pensé que diría esto, pero la vida me sigue esperando".

Un abrazo Santiago.

Anónimo dijo...

de Julia de Burgos

Yo fui la más callada
de todas las que hicieron el viaje hasta tu puerto.

No me anunciaron lúbricas ceremonias sociales,
ni las sordas campanas de ancestrales reflejos;
mi ruta era la música salvaje de los pájaros
que soltaba a los aires mi bondad en revuelo...

No me cargaron buques pesados de opulencia,
ni alfombras orientales apoyaron mi cuerpo;
encima de los buques mi rostro aparecía
silbando en la redonda sencillez de los vientos.

No pesé la armonía de ambiciones triviales
que prometía tu mano colmada de destellos:
sólo pesé en el suelo de mi espíritu ágil
el trágico abandono que ocultaba tu gesto.

Tu dualidad perenne la marcó mi sed ávida.
Te parecías al mar, resonante y discreto.
Sobre ti fui pasando mis horarios perdidos.
Sobre mí te seguiste como el sol en los pétalos.

Y caminé en la brisa de tu dolor caído
con la tristeza ingenua de saberme en lo cierto:
tu vida era un profundo batir de inquietas fuentes
en inmenso río blando corriendo hacia el desierto.

Un día, por las playas amarillas de histeria,
muchas caras ocultas de ambición te siguieron;
por tu oleaje de lágrimas arrancadas al cosmos
se colaron las voces sin cruzar tu misterio...

Yo fui la más callada.
La voz casi sin eco.
La conciencia tendida en sílaba de angustia,
desparramada y tierna, por todos los silencios.

Yo fui la más callada.
La que saltó la tierra sin más arma que un verso.
¡Y aquí me veis, estrellas,
desparramada y tierna, con su amor en mi pecho!

http://www.youtube.com/watch?v=GyKDxrsXO3w

Anónimo dijo...

Precioso poema. Me ha llenado de una serenidad inesperada.
Ana

Editor dijo...

Hola David, hay que reivindicar siempre las pequeñas cosas para no extraviarnos (son las que importan). Lo decía Serrat. Son aquéllas que nos hacen llorar cuando nadie nos ve. Y luego, querido anónimo, qué bien que insistas con la gran Julia de Burgos, y también con ese enlace de Serrat, aunque en ese caso sea Tarrés (para mí el único borrón en su carrera, aunque luego se salven algunas canciones, como ésta que enlazas). Yo también me identifico y me emociono con ese Mundo Raro. Prefiero ese mundo a cualquier patria. Muchas gracias, Ana.