23 de marzo de 2009

Músicos callejeros

Hace semanas que la calle Triana se ha convertido en un concierto azaroso que te lleva de Los Panchos a Vivaldi en unos pocos metros. Uno agradece la música en todas partes, pero sobre todo en la calle. Los acordes contribuyen a que las fieras que liberamos entre semana se serenen y recuerden que más allá de la hipoteca, de los compromisos ineludibles y de las metas que no alcanzamos está la música. Un bolero o una suite de Bach invitan a soñar y a partir lejos aunque sólo sea durante unos segundos. Hay un músico formidable que toca la viola, un grupo de jazz, un improvisado cantautor que se acompaña de violines y un par de jubilados que guardan la memoria de los boleros que se fueron escribiendo en la nostalgia de los viajes entre Cuba y Canarias.

El escritor Enrique Vila-Matas dice siempre que la literatura está llena de pasillos desconocidos que acaban coincidiendo milagrosamente en un mismo texto. La música también nos invita a viajar por esos caminos que sólo aparecen cuando suena un determinado acorde o alguien entona el bolero que se escuchaba de fondo en nuestro primer beso de amor. Apetece pasear por Triana a todas horas, pero la música le está dando una pátina de urbanidad que antes no tenía. No entendí nunca por qué se prohibía a los músicos cantar en la calle. En todas las ciudades del mundo a las que uno siempre sueña con volver hay una calle peatonal y luminosa en la que tocan canciones los músicos locales que optaron por la bohemia y por la necesidad de sentir de cerca que lo que interpretan llega a la gente, sobre todo a la gente de paso, que es siempre la más remisa y la más sorda cuando camina por la calle pensando en sus asuntos.
Vale la pena pararse unos minutos en Triana a escuchar una canción. Luego uno camina y se aleja mientras las melodías quedan atrás, como homenajeando cada uno de nuestros pasos perdidos. Pero sabes que puedes regresar cuando quieras, y si no volvieras te bastaría cerrar los ojos y recordar unos acordes para salvar la distancia. Por eso se convierte en una aventura diaria maravillosa el paseo por cualquier calle del mundo que regale canciones inesperadas. No tiene nada que ver con los temas musicales que uno lleva elegidos de antemano para escuchar con los cascos. En la calle la música la escuchamos todos, nos sirve para salvarnos los unos a los otros del olvido y se democratiza el sonido y el recuerdo. Y además, si nos gusta, uno paga sobre la marcha lo que le apetece. No desdeño la música de los teatros ni las grabaciones de los grandes intérpretes. Tampoco las cambiaría por nada del mundo. Aquí hablamos de otra cosa, de una cercanía y de una complicidad que uno agradece cuando tiene que salir a la selva cotidiana de los lunes. Cualquiera de esas canciones inesperadas te puede salvar una mañana.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Esa música en las calles es una delicia. Cuando he tenido la oportunidad de estar en Barcelona no dudé en pasear por Las Ramblas. Grupos de música, músicos a solas, actuaciones de teatro, mimo...En Triana puede que suceda lo mismo. Yo también me he parado a escucharlos. Hay músicos muy respetables que buscan su hueco. Y ese hueco es nuestro interior. Pura emoción, eso es la música. Me acuerdo de la frase que una vez dijo Friedrich Nietzsche, "Sin música la vida sería un error". Por eso existir no debe ser un error.

Un abrazo lleno de música en cada rincón de la calle, Santiago.

Lunática dijo...

Al igual que tú, creo que las mañanas de sábados y domingos, son salvadas inesperadamente, por algunas de estas canciones que oímos en Triana.

(Adjunto mi visión al respecto: http://visionesdelaluna.blogspot.com/2008/12/dani-y-el-guitarrrista.html) Seguro, que si eres de los paseantes habituales de esta calle, los reconocerás fácilmente...

Editor dijo...

Efectivamente, David, la vida, como dice el sabio alemán, tan literario como filósofo, sería un tremendo error sin la música.
Conozco a ese dúo trianero, Lunática, y además es uno de los que nombro sin nombrar, rememorando sólo los acordes que regalan. Una maravilla el comentario en tu blog. Ya lo dije en su momento: tienes un blog que no hay que perderse. No se lo pierdan si aterrizan por aquí.

Alhucema dijo...

Es curioso, pero en mi novela: Por matar tiempo, la protagonista es una cantante de la calle. Y es un personaje real que me inspiró para escribir la historia. Regine, una cantante francesa que cantaba canciones de Brassens. Cantaba en el metro y me gustó tanto que un día me senté a su lado,en el suelo, y charlamos. Así empecé mi historia...Hoy día no sé dónde estará.
Un saludo, Santiago.

Inma

Editor dijo...

Hola Inma, Regine desapareció de la calle para adentrarse en tu novela. Puede que la encuentres de nuevo, pero nunca será la misma. Todo lo que tú viste en ella lo convertiste luego en literatura. Ahí radica buena parte de la magia. Se pueden inmortalizar los momentos y las personas con la palabra. Da lo mismo que en la vida real sigan envejeciendo. Un fuerte abrazo.