25 de abril de 2009

Casa Misericordia

Casa Misericordia. Joan Margarit.
Editorial Visor. 149 páginas. 10 euros

Hay en la poesía de Joan Margarit un halo de tristeza que se convierte en hedonismo y alegría. Están los que pierden y se rinden, y luego están los que pierden y escriben. A la poesía no se llega por ningún atajo. Algunos la utilizan y tratan de confundir al personal rimando cuatro pareados o poniéndose hiperestésicos y tremendos en unos juegos florales o en las fiestas de su pueblo. Están los que se presentan como poetas todo el rato, y luego están los otros, los que escriben poesía y se esmeran en pasar desapercibidos. Estos últimos lo dicen todo cuando escriben; no precisan festivales ni ditirambos entusiasmados de acólitos o de discípulos. Escriben porque no les queda más remedio, para sobrevivir y para sobrevivirse. Ahí es donde encontraremos al poeta catalán Joan Margarit. Trabaja de arquitecto en la vida real, en la otra, pero acude a la esencia desde que se queda solo ante el mundo, atónito delante de los golpes de la vida, sin respuestas cuando el azar reparte las cartas y se empeña en escorarnos hacia donde nunca hubiéramos querido llegar.

La poesía es el único lugar donde uno encuentra consuelo para hacer frente a la mediocridad o al dolor. Pierde a su hija y sólo le quedan versos para recordarla. “La poesía –escribe Margarit- es hoy la última casa misericordia”, el hospicio de los huérfanos que no tienen donde pasar la noche, la estancia a veces fría e inhóspita, pero siempre reconocible y necesaria, donde refugiarnos. Todo lo se lo lleva el tiempo, incluso los primeros amores, porque llega un día en que el poeta se despierta, pasados los sesenta años, y descubre que “las chicas ya son viejas o están muertas”.

No dejen de acercarse a la poesía de Joan Margarit si tienen ocasión. Viene de vuelta, pero con los mismos ojos abiertos con los que partió a la aventura de vivir desde la infancia. No se enreda en plúmbeos versos ininteligibles ni en demostraciones de sabiduría o experiencia. Se agarra a lo sencillo, siempre lo más difícil de hallar para cualquiera que escribe. Se despoja de rimas y de retruécanos y arriba a la orilla de la palabra desnuda y necesaria. Todo Margarit se reconoce en la excelencia de lo bello y de lo imprescindible, pero su último libro, Casa Misericordia, da un paso más en ese camino de supervivencia que hermana a veces a la literatura con la vida. Él anda “huérfano de su hija en el hospicio/con los cristales rotos al final de la vida”. No dramatiza más allá de lo necesario la incomprensión a la que a veces nos lleva el azar de la existencia. Se muestra sutil y cercano, con la magua de casi todos los letraheridos que un buen día descubren que “pensando y hablando sobre la vida que uno quisiera llevar, se va la vida”.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Como el propio Joan Margarit dice: la poesía es "el refugio donde cobijarse, tarde o temprano. Fuera de la poesía, la música o la filosofía, no hay nada…el hombre está a la intemperie". Y aquí es donde encontramos la misericordia... el último refugio frente a la dura realidad. Saludos de Manolo y Oti.

EL BUSCADOR DE ORQUÍDEAS (primer poema del libro)

Para el desasosiego adolescente,

en mi casa no había muchos libros.

Los de urbanismo me aburrían,

y Cataluña, pueblo desdichado

me parecía demasiado triste.

Cogí el Mein Kampf, un breve libro negro

que tomé por profundo, y comencé

por lo más sucio la literatura.

Las palabras de Hitler, tan vulgares,

eran un pozo negro.

No lo he olvidado, aunque no lo recuerdo.

Me di de bruces con la realidad.

Fue allí donde empezó la poesía,

difícil y sin falsas esperanzas.

He hecho siempre como el jabalí,

que busca y, delicado, come el bulbo,

también llamado el orquis, de la orquídea.

Editor dijo...

Hola a los dos, efectivamente la poesía es el refugio donde cobijarnos, por eso sé que en el futuro cada vez será más necesaria.