11 de mayo de 2009

Equipos

Cada paso determina nuestro destino. Eliges un amor entre millones de amores posibles o una ciudad entre todas las ciudades del planeta. Un quiromántico te diría que ya todo eso estaba escrito en la palma de tus manos, pero no creo que las palmas de las manos sean las culpables de nuestros errores y de nuestros aciertos más importantes. Para mí que ellas también se van escribiendo según los pasos que vamos dando. Por eso vivir es siempre un milagro, una elección constante al todo o nada que nos convierte en una especie de funambulistas al borde siempre de todos los precipicios. Desde que elegíamos Ciencias o Letras en el instituto, ya estábamos empezando a escribir nuestro destino.

Me he adentrado en estas cuestiones casi existencialistas para hablar de fútbol, y más concretamente de la elección de los equipos que luego marcarán buena parte de nuestras satisfacciones más cotidianas. Uno tiene un equipo cercano, en mi caso la Unión Deportiva Las Palmas, que se convierte en una elección innegociable si se ha vivido la épica que vivimos varias generaciones en el Insular. Claro que cuando yo era pequeño ser de la Unión Deportiva era algo inevitable, sobre todo si se había visto de cerca cómo Brindisi le metía un pase en profundidad a Morete, o cómo Germán se deshacía de tres contrarios con un escorzo casi imposible. Y luego estaba el propio estadio, aquella entelequia que jamás olvidaremos los que vivimos entre sus gradas los mejores años de nuestro infancia más mitómana y volandera. Pero lo que resulta más ilógico es por qué medio grupo de amigos de la infancia se hacía del Real Madrid y la otra mitad del Barcelona. De aquella elección azarosa a los once o doce años ya no te escapas mientras vivas. Yo me hice del Madrid, creo que tras ver un partido magistral de Velázquez en el Insular y por escuchar siempre a los mayores que era un equipo que no se rendía jamás. Sin embargo, con el paso de los años, el equipo que más se asemeja a mi concepción del fútbol y del espectáculo es el Barcelona, sobre todo el actual Barcelona. Pero no puedes cambiar, no te dejan. No puedes llegar mañana al trabajo y decir que te cambias de equipo. No te queda otra que seguir fiel a unos colores que elegiste cuando no sabías nada de las consecuencias futuras de aquella elección improvisada en el patio del colegio. Aute decía que el pensamiento tenía que estar siempre de paso. Estoy de acuerdo con él; pero en el fútbol no te dejan pensar ni estar de paso. Si eliges un equipo, tu estado de ánimo ya sólo depende de los aciertos de un delantero centro. A ti sólo te corresponde la resignación o la euforia. Como en la vida.

5 comentarios:

josé luis dijo...

Y así se escribe, paso a paso, los senderos inconfundibles de cada historia particular. Pero, tienen mucho peso el momento, las circunstancias que acompañan tus vivencias y serás, en gran parte, lo que ellas te dejen. La otra la pone tu libertad, esa capacidad de elección que, a veces, hay que tomar en cada segundo. Y se teje como has señalado una vida personal e instranferible de la que ya no escapas, ni puedes cambiar sin traicionarte...o engañarte.

Anónimo dijo...

Es una historia de elecciones constantes. Cada paso parece observar un gran cambio. Avances que provocan la sonrisa, la tristeza, la euforia...Y ante todo queda eso que no cambia, el fútbol. Yo ahora no soy muy futbolero, pero llevo el sentimiento de la Unión Deportiva Las Palmas en el corazón. Lo ví en segunda B, el año que subimos con Pacuco Rosales. Y lo ví también subir a primera. Tuve la suerte de ver a Juan Carlos Valerón dando sus primeros pasos. Y sobre todo, cómo mi padre me cuenta batallas, partidos memorables que el vivió, viendo al Madrid de Gento y Di Stéfano, al Barcelona de Puskas y luego de Cruyff, etc. Hoy en día apenas sigo el fútbol, pero no sé cómo, lo sigo viviendo en el fondo de mi alma.

http://www.youtube.com/watch?v=lPE8NwkSeQc

Un abrazo Santiago

Editor dijo...

Los senderos de cada historia particular que cuenta José Luis se tornan colectivos cuando los cruzamos en el Estadio Insular. Nunca entendí cómo pudimos salir de allí. El fútbol de la UDLP se nutría de aquel espacio y nosotros sólo reconocíamos el fútbol en el olor a césped y puro que encontrábamos desde que nos asomábamos por las bocanas de las gradas. Muy bueno el vídeo que enlazas David, pero espero que tu padre no se acerque por mi blog: él seguro que te hablaba del Barcelona de Kubala, y no de Puskas. Éste último jugó en el Madrid y era un tipo genial, fondón e imprevisible, un cañonero como ha habido pocos, que escribió algunas de las páginas más memorables del fútbol del pasado siglo. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Dios mío Santiago, no sé en qué estaba pensando. Yo, madridista de aquella manera tuve un lapsus imperdonable.

Un abrazo de nuevo Santiago.

Anónimo dijo...

Yo me hice del Madrid porque, al comprar la bici, nos regalaron unos banderines de equipos de fútbol, para colocar en el centro de la rueda. No tenía ningún sentido llevarlos y no ser seguidor del equipo. Más bien, en mi tierna y lejana infancia, me pareció inmoral, incluso.

Mi hermano, lo tuvo más difícil. Le regalaron unos de la Real Sociedad y... con el tiempo... descubrió que nada tenía que ver con ese equipo, que estaba demasiado lejos, y que, quedaba en bandeja eso de "La Real Suciedad", que le ponía rabisco, cuando alguien se lo decía. Se vio incapaz de seguir adelante con ello. Además, sus banderines se estropearon antes con el barro y los tuvo que quitar.

La Selección, nos amargó la infancia. Después de todo esto, al nacer mi hermano el pequeño y cuando empezó a tener uso de razón, decidimos animarle a seguir otra clase de deporte que le diese más satisfacciones. Amores de hermanos.

Por cierto. Efectivamente, ya no puedes cambiar de equipo. A Francis le daría algo.

Un abrazo:

Beatriz