14 de junio de 2009

Junio

Hay meses que se graban más intensamente que otros. Un cumpleaños, un encuentro crucial o una fecha que no olvidamos por muchas neuronas que nos vayan robando los años nos mantienen unidos para siempre a unas letras que activan sobre la marcha momentos imborrables. Junio era siempre la antesala del verano, la puerta que abría la libertad en los años del colegio, el calor que iba derritiendo la monotonía del invierno, y también aquella sensación de plenitud que nos regalaba el sol brillando mucho más tiempo, los cielos azules en los que se perdían nuestros sueños más secretos y deseados.

Con el paso de los años, Junio también fue la tensión de los exámenes finales y la selectividad que descorría el telón que daba paso a una comedia que ya no se parecería en nada a la que veníamos viviendo. Pero aun en medio de pilas interminables de apuntes y de noches en vela, ya era un mes que olía a mar y a amor de verano. Julio y agosto ya partían con la ventaja de lo esperado, y también con esa sensación de que el reloj comienza a correr en contra nuestra, descontando días de vacaciones y aproximando las horas al próximo otoño, con todo ese horizonte sombrío con que se presenta siempre el otoño, tan inesperado que de repente nos oscurece las tardes y nos condena de nuevo a los horarios y a la vorágine cotidiana. Junio queda a salvo porque es la antesala que anuncia un cambio de ciclo, la espera que uno anhela todo el año. Y da lo mismo que ahora no tengamos las mismas vacaciones o que trabajemos como galeotes para llegar a fin de mes: nos queda el atavismo de todos los años luminosos y el recuerdo que hemos ido guardando para cuando vuelvan esas tardes largas y luminosas que tanto nos tranquilizan.

Casi siempre fechamos los días sin ser conscientes de las estaciones y del tiempo que vivimos. A veces sólo nos enteramos del paso del tiempo por la fecha del periódico que compramos cada mañana. Vivimos inmersos en una carrera alocada que no nos permite centrarnos en lo esencial de nuestra propia existencia. Por eso es conveniente que nadie nos toque nunca los domingos ni los veranos, y sobre todo los domingos de verano. No es que uno pida a estas alturas que la vida sea un interminable domingo de verano, pero sí que no debemos perder el norte de nuestra propia y necesaria ociosidad. Tampoco debemos olvidar que respirar y compartir nuestra armonía con los celajes azulados es siempre un milagro cotidiano, gratuito y enriquecedor. Junio se parece a aquellos días azules y a aquel sol de la infancia que escribió Antonio Machado en sus últimos versos. También tiene un olor a ceniza y a hoguera, un fuego que nunca apagamos y que se confunde con el arrebol de esos atardeceres luminosos que ya vienen encendiendo las tardes de verano.

Cerrado por vacaciones

Me marcho unos días de vacaciones. Estaré totalmente desconectado del mundo virtual. Volveré por aquí de nuevo a partir del martes 30 de junio. A la vuelta prometo seguir actualizándome a través de este blog. Ha sido un placer contar con tantos y tantos amigos. Lo que haré cuando regrese es actualizar el blog cada dos días: tengo pendientes muchos proyectos, entre otros la corrección de galeradas de una novela que verá la luz a mediados del mes de julio. Un abrazo para todos.

4 comentarios:

Treinta Abriles dijo...

Junio, era el mes del amor. La primavera, a fuego lento, nos acercaba a una persona en silencio. El verano nos alejaba de ella, llenando de romanticismo y desdicha un amor estival, que ya sólo sería platónico.

Editor dijo...

Hola Bea, me coges a punto de salir de vacaciones. Suscribo todo lo que dices de junio, y de los amores de verano. A veces los platónicos también son los más recordados, supongo que por la magua de no haberlos vivido tan intensamente como uno deseaba. Bueno, nos vemos de nuevo por aquí en dos semanas. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Felices vacaciones.
Beatriz

Anónimo dijo...

Unas vacaciones bien merecidas Santiago. Espero que las hayas disfrutado. Yo este junio lo recuerdo de forma contradictoria. Es la vida.

Un abrazo Santiago.