31 de agosto de 2009

El balón

Un eco de balones golpeando las tapias del colegio, a media tarde, aún con el uniforme y con la aritmética y los diptongos pegados al cuerpo, olor a cuero y a tierra mojada, remates aislados, certeros, remedando a Kempes y a Brindisi, soñando con estadios llenos de confetis, aplausos y vítores con tu nombre de niño. Tenías todo el tiempo del mundo para ti, y las ilusiones aún jugaban en tu equipo, arriba, abajo, a un lado, con efecto, de vaselina o colocado a la escuadra. Todas las jugadas terminaban siempre en gol, por eso seguimos unidos toda la vida a los balones. No nos entienden. A mí me dicen que cómo puedo pasar de la poesía al último regate de Messi o de Valerón. Siempre me remito a la infancia, a aquellas tardes a la salida del colegio y al olor a césped del Insular cuando veíamos hacer ejercicios de calentamiento a Germán, a Cruyff o a Arconada. Nos conformábamos con poco. Un par de goles y unos días sin colegio. No concebíamos un plan más perfecto.

Las ilusiones corrían detrás de una pelota que nunca era la misma la pelota, pero que siempre activaba las alegrías que uno necesitaba para ser feliz. También estaba el eco de la radio, el griterío de goles que nos encumbraban o nos dejaban aliquebrados y tristes toda la tarde. Ése es el subconsciente que nos ata al fútbol para disgusto de quienes están cerca de nosotros y no entienden tanta pasión y tanto forofismo. Lo que nos vale son los noventa minutos que estamos pendientes sólo del balón. Dejo al margen las astracanadas de directivos casposos y los fanatismos violentos que nada tienen que ver con nuestro deseo de emociones. El balón, siendo tan poca cosa, echa a rodar todos nuestros sueños. Ahora todo es más sofisticado y hay más marketing, más gomina y más bobería mediática, pero la esencia sigue siendo la misma, y lo bueno de este juego es que el Arucas todavía le puede ganar al Real Madrid. Todo es imprevisible y azaroso, y hasta hay un árbitro que a veces toma decisiones incorrectas. La escritora Dolores Campos-Herrero decía que alguien tendría que escribir una novela sobre el desasosiego del árbitro. Pero esa novela que veía Lola en la historia del árbitro también la tiene el portero o el delantero centro que falla un gol cantado. Hay una épica futbolera que está muy por encima de las ventas de camisetas de Cristiano Ronaldo. Los canarios sabemos mucho de eso, y si no ahí están Alfonso Silva, Rafael Mujica o Juan Guedes, cada uno de ellos con una novela que ya estamos tardando en escribir. Buscando ese fútbol y esa épica nos reencontraremos a partir de este fin de semana en muchos estadios de medio mundo. El balón, como decía hace un rato, nunca es el mismo, pero en cada uno de ellos confluye siempre un idéntico sueño de infancia.

No hay comentarios: