19 de octubre de 2009

Amanecer

No depende de nosotros ni la felicidad ni la llegada de buenas noticias que nos alegren la mañana. Cuando nos acercamos al periódico nunca sabemos lo que vamos a encontrarnos. Unos días ganan nuestros equipos y las noticias son alentadoras y optimistas, y otros sólo encontramos guerras, atentados o la desazón de una situación económica que amenaza con dejarnos a todos aliquebrados y cada día más lejos de poder cumplir nuestros pequeños sueños cotidianos. Una vez le escuché decir al escritor Miguel Delibes que era el azar, y no el tiempo, el que acababa poniendo las cosas en su sitio. Estoy totalmente de acuerdo con él. Nosotros, como decía el adagio, jugamos con las cartas que nos tocan, pero siempre es el destino el que las reparte.

También hay días en los que te levantas como si acabaras de descubrir el mundo y otros en que te quedarías en la cama para no enfrentarte a la mediocridad y al hastío que sabes que te vas a encontrar cuando salgas a la calle. Ya esto último depende de cómo nos formulemos a nosotros mismos. Se trata de estar y de ser, de sobrevivir y de amar todo lo que nos dejen. Poco a poco tenemos que ir a aprendiendo a vivir en armonía con el tiempo que nos toca y con todo lo que nos rodea. No nos queda otra que jugarnos todo lo que somos en la casilla de la felicidad. Todos hemos vivido días memorables. Recuérdalos siempre cuando parezca que no hay salida por ninguna parte. Quedan esas ciudades bellas que visitaste un día, y aún hay amores como aquel que perdiste o miles de libros para engrandecer tus propios argumentos. Vivimos días convulsos y difíciles. Se pierden trabajos, se vienen abajo empresas en las que se habían dejado media vida, no hay dinero para hacer frente a muchas hipotecas, nos suben los impuestos y casi todos los vaticinios siguen siendo funestos para nuestra economía. Pero todo pasa, como pasaron los días en los que nos creíamos los reyes del mambo y los más ricos y afortunados del planeta. No vale caer en los extremos. No sólo se tocan, sino que además nos destrozan y nos llevan a la ruina y al fracaso. Quienes navegan habitualmente saben que todo consiste en no perder la calma y en mantener el barco a flote hasta que pase la tempestad y volvamos a ese piélago azulado que tanto idealizamos desde la orilla. Cada día amanece, y además últimamente el sol nos está regalando una fiesta diaria de colores cuando se asoma por el este. La noche nunca dura eternamente, y la naturaleza es una gran metáfora que tenemos que aprender a interpretar para no extraviarnos. Nada es baldío ni inservible. Todo tiene su razón de ser. El ejemplo diario de ese sol mañanero te puede salvar cada uno de los días que te queden de vida.

3 comentarios:

Treinta Abriles dijo...

"Es el azar, y no el tiempo, el que acababa poniendo las cosas en su sitio". ¡

¡Qué frase tan elocuente! De ese genio que es Delibes.

Editor dijo...

Un grande Delibes. Por no hacer el mismo ruido que otros se le ha dejado muchas veces en la periferia de la gloria; pero el azar y el propio tiempo lo terminarán poniendo donde merece

Treinta Abriles dijo...

Eso espero, Santiago.
Alguna vez, la vida ordenada y familiar, la discreción y el trabajo, deberían ganar