3 de enero de 2011

Balances

Ya pasó 2010. Nos tenemos que acostumbrar a un nuevo número en nuestros almanaques. Toca hacer balance, recontarnos, mirar hacia atrás con la sapiencia de que hemos capeado las tormentas. Siempre es una suerte llegar al día siguiente. Deberíamos celebrar los amaneceres como cantamos el gol de Iniesta. Los números son azarosos: a esta hora en China ni es la misma hora ni tampoco el mismo año. Así que dejémonos de gorigoris y encaremos el 2011 aireando las ilusiones y renovando las sonrisas. Nadie sabe qué va a suceder en unos meses. De momento hoy estamos aquí y estamos a salvo, estrenando fechas en el calendario como estrenábamos lápices en el colegio al comienzo de cada curso. Escribamos con esos lápices. No dejemos de sacarle punta a la vida mientras podamos escribir en ella.

Los que vivimos la infancia en los setenta teníamos al 2000 como un año de ciencia ficción, pero la ciencia ficción se vuelve siempre realidad a medida que pasan los años. Tecnológicamente estamos mucho más avanzados, pero también más desorientados que nunca. Aún no nos han robotizado y de momento mantenemos a salvo los afectos. Todos estamos haciendo planes para los próximos meses. Está bien hacer planes. Nos pasamos media vida rehaciendo sueños imposibles, buscándoles nuevos acomodos, justificando las derrotas y echándole un pulso a esa mediocridad que aún sigue campando a sus anchas por el mundo. Uno pensaba que los gárrulos, los prepotentes, los nuevos ricos o los malvados irían desapareciendo poco a poco del planeta, pero cada vez te los encuentras más arriba y con más desvergüenza. También es verdad que por suerte conocemos más almas cándidas y más buenas personas que canallas, pero a estos últimos se les sigue viendo demasiado en muchos lugares en los que se decide ese futuro incierto del que vengo hablando. En la naturaleza convive la mala hierba y el esplendor de las flores, pero si te descuidas y no andas atento en unas pocas semanas la maraña arrasa con todas las flores luminosas. Nosotros tampoco debemos descuidarnos en este 2011 que comienza. Hay gente que sufre y que necesita más que nunca nuestra ayuda y nuestra solidaridad. La mala hierba quiera hacernos competitivos, agresivos y esclavos de un sistema que no sabemos adónde diablos nos acabará llevando. Hemos empezado el año como terminamos el pasado, asustados por las estadísticas y por los malos augurios, maniatados, con las mismas amenazas a nuestra forma de entender la vida. No dejemos que nos toquen los principios que sustentaron la revolución francesa. Sólo le pido eso a 2011: libertad, justicia e igualdad. Y también un poco de suerte, salud y por supuesto amor. No son palabras vacías. O las llenamos nosotros cada día o nos terminan convirtiendo en esclavos.

1 comentario:

josé luis dijo...

Menos mal que hay quien lo dice claramente y sin aspavientos, pero con realidad y esperanzas. O todos llenamos las palabras de acciones para vivir libres o cada día nos irán convirtiendo en más esclavos.

Saludos y feliz año, lleno de nuevos días.