11 de enero de 2010

Tomasín

Hay recuerdos que iluminan las palabras que uno va trazando. Da lo mismo que todo esté oscuro alrededor o que los agoreros sigan vaticinando nuevos Apocalipsis. No todo el mundo tiene la capacidad de generar recuerdos que iluminen. Casi todas las personas son opacas, y las que no lo son se van volviendo cada día más grises a medida que les atropella la hipoteca, la rutina o una ambición desmedida que les lleva a confundir lo esencial con lo que es fácilmente intercambiable. Para generar alegrías y emociones mientras se vive hay que estar tocado por la suerte y por los hados más favorecedores. Tomasín era uno de esos elegidos; por eso su recuerdo, en lugar de difuminarse, nos sigue acompañando a todas partes cuando precisamos salvarnos de los malos farios con los que de vez en cuando nos amenaza el azar. Estos días se cumple el décimo aniversario de su muerte.

Tomasín se aparece cada por tres por cualquier calle del mundo balanceando su porte de creído galán, atildado y perfumado, siempre seguro de conquistar a la mujer más guapa de todas las verbenas. Con él aprendí que las mentiras no son mentiras si uno las sabe vestir de verdades. Cuando se miraba en el espejo nunca veía al mismo que veían los demás. Ahora, con el paso de estos años, también nosotros lo recordamos sin discapacidades ni eufemismos que trataban de coartar su ingenio. No se piensa en la muerte cuando se le recuerda. Todos morimos; pero unos mueren mejor que otros, o sobreviven con esa luminosidad que nombraba al principio. Además Tomasín tiene su canción para cuando queramos rememorarlo porque Braulio supo ponerle música. Y no era fácil ponerle letra y música a Tomasín, el mejor improvisador que he conocido, alguien que dejaría en evidencia al más destacado repentista caribeño.

Continúo siguiendo el rastro de todas estas palabras luminosas. No permitiré que salga ninguna oscura o triste. Aquí se trata de contribuir a la emoción, al humor y a la ternura. Fue lo que aprendimos de él los que tuvimos la suerte de tenerle cerca. Ahora mismo lo tengo detrás de mí contándome mil trolas increíbles. No me deja concentrar. Les tengo que dejar. Puestos a elegir no cambio la frase más lograda que pueda escribir por las tres o cuatro historias que me pueda contar Tomás en unos minutos. Se le echa de menos cada vez que uno se acerca a Guía. Se hace extraño recorrer un escenario en el que ya no habita su protagonista principal. No me quiero dar la vuelta por si no está y me deja con la moral por los suelos todo el día. Uno no quisiera olvidar nada de lo bueno que ha vivido en este mundo; pero si hubiera que elegir entre unos pocos recuerdos, siempre me decantaría por los que me salvan y por los que consiguen que rejuvenezcan todas las ilusiones. El de Tomasín sería el primero de cualquier lista. Por eso no dejo que se aleje nunca.

1 comentario:

Ilu dijo...

Que bonito...
Tomasín se puso alegre, no lo dudes
Un abrazo