15 de febrero de 2010

Desajustes

No vale todo para cuadrar las cuentas. Costó mucho trabajo llegar adonde habíamos llegado. Estaba claro que la economía que nos movía era una entelequia financiera sustentada en una mendaz virtualidad. Los dígitos con los que se empeñaban en contarnos que vivíamos en la opulencia no eran más que números en la pantalla de un ordenador. No había nada. Todo era ficticio. Apretando un par de teclas nos podían desmontar el tinglado en un segundo. Ya sabíamos de la mentira de las flores de plástico. Faltaba descubrir que el dinero de plástico tampoco podía confundirse con el que aseguraba Quevedo que hacía correr al cojo. Éste que tenemos ahora no nos sirve ni para llegar a fin de mes. Tampoco tiene nada que ver con el otrora poderoso caballero.

Lo que nunca podemos permitir es que nos esclavicen. Durante años nos vendieron que teníamos que estar preparados para el disfrute del ocio que nos esperaba. Se daba por sentado que la jubilación nos cogería cada vez más jóvenes y que los horarios de trabajo irían decayendo progresivamente. Nos contaban que trabajaríamos mucho más tiempo en casa. Nunca se planteaba una situación de desempleo como la que tenemos ahora. Nos invitaban a hipotecarnos y a consumir sin tino y sin previsión. Éramos lo más fetén de la historia de la humanidad y se suponía que estábamos llamados al hedonismo y a la felicidad sin límites. Pero todo eso era ayer. Sólo tienen que acudir a las hemerotecas para saber que no miento. Ahora, de repente, nos quieren cambiar los guiones. Todos te invitan a que compruebes cómo trabajan y producen en China. Dicen que si no espabilamos acabarán con nosotros en un par de años, que no hay manera de competir económicamente con ellos. No apuestan por cambiar un poco el guión establecido: lo quieren romper y de paso llevarse por delante los principios que empezamos a consolidar en la revolución francesa. Todos se olvidan de la vida, del ser humano que habita el planeta y del que se sigue muriendo de hambre en lugares a los que ni siquiera llega una gota de agua. Lo de querer prorrogar la edad de jubilación no es más que uno de los muchos ataques que nos esperan con la martingala de la crisis y de esa competencia esclavizante que viene de Oriente. Creo que los que hemos conocido que hay vida más allá del trabajo no podemos cruzarnos de brazos. Se ha de trabajar sólo para vivir, o para sobrevivir dignamente. Trabajo viene del latín, de la palabra Tripalium: yugo hecho con tres (tri) palos (palium) al que amarraban a los esclavos para azotarlos. Creo que con eso queda todo dicho. La vida, en cambio, tiene una etimología cercana a lo milagroso y a lo efímero que nunca debemos olvidar si no queremos extraviarnos.

4 comentarios:

josé luis dijo...

Verdades como puños. Te felicito por estas palabras tan certeras.

Saludos.

Anónimo dijo...

Cuando mi padre, enlace sindical de L'oreal en los años setenta, me oyó decir que en mi empresa no existían las horas extras (horas regaladas), no se lo podía creer.

Claro, que mi padre, también es de aquellos hombres fueron criados pensando que "el trabajo dignifica" y que "no hay nada mejor que el deber cumplido", lo que significa, que no concebía aquello de escaquearse o de no cumplir religiosamente con lo pactado en tu trabajo.

Deber dinero, era casi una deshonra y eso incluía también al banco.

Todo lo que pasa es consecuencia de lo que vino después. De muchos cantamañanas que aprendieron a vivir bien del trabajo duro de los demás. Porque, digan lo que digan, en España se trabajaba y mucho y duro y a mí sólo me faltaba ver a mi padre para comprobarlo.

El problema es... que mi padre se acaba de jubilar, y con él, toda una generación de trabajadores con valores...

TreintaAbriles

Editor dijo...

Gracias, José Luis

*

Lo que no podemos permitir, Bea, es que ese ejemplo de tu padre y de la generación que tanto luchó por un trabajo justo y digno se la lleven por delante estos cuatro mangantes que juegan a la especulación y a jodernos la vida. Un abrazo

Anónimo dijo...

Los cantamañas...