29 de marzo de 2010

Miedos

Cada paso que damos nos puede llevar al paraíso o al infierno más dantesco. Solemos caminar dejándonos llevar por la propia inercia de las piernas. Improvisamos desvíos hacia una calle en lugar de seguir por la que veníamos, paramos un taxi o nos detenemos a tomar una caña o un café. Cada una de esas decisiones puede propiciar un encuentro o un suceso que nos cambie la vida. Nos puede caer un muro encima o podemos encontrar el amor de nuestra vida. Uno apostaría siempre por lo segundo, pero una y otra vez es el miedo el que suele ganar casi todas las partidas. Queremos andar siempre por caminos seguros, apenas asumimos riesgos, y la vida se nos va transformando en una especie de páramo aburrido y cada vez más previsible. Ponemos poco de nuestra parte para que acontezcan milagros que nos salven. Lo que se desea no siempre se consigue, pero ayuda a sumar voluntades a favor de los sueños. Los timoratos ganan pocas batallas.

Si no fuera por esos miedos heredados o aprendidos desde la infancia, saldríamos ahora mismo a la calle dispuestos a buscar la felicidad detrás de cada paso. No dudaríamos en cambiar de ciudad o de trabajo, o apostaríamos con todas las consecuencias por un cambio de actitud que nos permitiera variar el guión, casi siempre previsible, que interpretamos cada día. Quien se cruza de brazos se acaba convirtiendo en una estatua de sí mismo que sólo se mueve por el empuje de los otros. No nos diferenciaríamos mucho de esas otras estatuas humanas que encontramos en Triana esperando el tintineo de unas monedas para moverse. Estamos todo el tiempo temiendo situaciones que nunca vamos a vivir, y cuando sufrimos algunas de ellas nos sorprendemos de nuestra valentía o de nuestra capacidad de adaptación. Lo que nos paraliza y no nos deja ser felices es la posibilidad del fracaso. A los miedos hay que ahuyentarlos con las alegrías que nos pueden estar aguardando a la vuelta de la esquina. Cuando termines de leer este artículo, te puedes encontrar con la dicha que llevas años aguardando. Da lo mismo que luego tengas que esperar al minuto siguiente, o al año que viene para encontrarla. Lo que vale es el viaje, el deseo de querer cambiar y de no dejarnos llevar por la inercia negativa que nos venden en todas partes. Mientras escribía he mirado un momento por la ventana. En el tejado de la casa abandonada que está enfrente de donde escribo acaba de salir una flor. Nadie la ha plantado ni la ha abonado. Ha brotado milagrosamente donde todo es podredumbre y abandono. Su destino se podría comparar con el de cualquiera de nosotros.

7 comentarios:

Belkys dijo...

Buena lectura para un lunes: día escogido por el miedo para atemorizarnos durante toda la semana. Si nos descuidamos, esos miedos nos amordazan y toman las riendas durante el año entero. Arrogantes y tiranos, sin posibilidad de rehabilitación. Esa flor también la he visto nacer entre el hielo, desafiando una ventisca. Pequeñita y firme tratando de adelantarse a la primavera. Nos compadecemos de la flor, pero en realidad nos estamos compadeciendo de nosotros mismos.A ella no le importa el mal tiempo, nosotros lo ponemos como pretexto para quedarnos en casa, a salvo de la tormenta. Tenemos mucho que aprender de la flor y de tu reflexión. Un abrazo

Editor dijo...

Gracias a ti, Belkys, por tus bellas palabras. Es todo un lujo que arribes por aquí de vez en cuando. Un fuerte abrazo.

Anónimo dijo...

Bello...
Permitame decirle que su palabra se hace necesaria. Un abrazo.

Belkys dijo...

Eres muy generoso, pero lo que sí es un auténtico lujo es que existan espacios como este, y como Ceremonias, del entrañable Ravelo. Saludos

Editor dijo...

Gracias.
*
Acabo de terminar la última novela de Alexis: está genial.

laura dijo...

Hola Santiago, creo que es la primera vez que te leo,y me he sentido totalmente reflejada en tu articulo, me ha gustado mucho.A mi el miedo tambien me ha paralizado en otros momentos y esto se puede trabajar para seguir avanzando y ser más libre y cuando esto me ocurre puedo ver la flor crecer,la veo y entiendo el milagro.

Feliz día, Laura

Editor dijo...

Hola Laura, aquí tienes tu casa.