15 de marzo de 2010

Pedantes

Siempre he confiado en la evolución de las especies. Gracias a ese milagro que poco a poco va sacando adelante la naturaleza todo es cambiante y sorprendente. Los monos se vuelven hombres, los lobos se tornan perros leales y los colores de las plumas de los pájaros se acaban confundiendo con los colores de las flores junto a las que han volado durante siglos. También me he encomendado a esa evolución para confiar en la mejoría de los comportamientos humanos. Uno sigue apostando por ese crecimiento que nos haga cada día más solidarios y más inteligentes; pero si levantas la vista no dejan de aparecer sátrapas, mezquinos y sinvergüenzas que se reproducen con más facilidad que las almas cándidas que no han roto nunca un plato. Si lo que triunfa es el insulto y la mentira, lo lógico es que a los niños que se crían viendo ese aberrante espectáculo multimedia no le podamos pedir que imiten a San Francisco de Asís.

Pero yo quería hablarles hoy de los pedantes. La verdad es que no sé cómo llega alguien a la pedantería en ese proceso de la evolución de la especies. No sé de qué animal ni de qué costumbre ancestral provendrá ese comportamiento tan altanero y vergonzante. En el mundillo de la cultura se da mucho ese espécimen siempre airado, con gesto adusto y con un tono de voz engolado que va soltando sandeces por donde quiera que pisa. Perdón, no pisa; levita y se mueve siempre por encima del resto de la gente. Seguro que ya tienen en mente algún grotesco personaje que se ajusta a esa descripción. No hace falta tirar de umbrales. Aquí en las islas tenemos a muchos de esos acomplejados que casi parece que nos perdonan la vida cuando hablan. No hace mucho coincidí con uno de ellos en un acto cultural que había programado un centro de enseñanza. Miraba a los alumnos como si fueran bichos molestos, y luego se dirigía a ellos como si él fuera inmortal y estuviera muy por encima de las necesidades fisiológicas de cualquier hijo de vecino. Yo preferí hacerme el invisible: es lo que siempre hago con los pedantes: si ven que no peligra su protagonismo no te atacan. Con los años sí he podido comprobar que los más grandes son casi siempre los más sencillos y los más campechanos, y que justamente cualquier escribiente de pueblo es el que se te pone pedante y altanero a las primeras de cambio. Allá ellos. Para mí merece la misma consideración quien escribe un verso que quien amasa el pan, conduce la guagua, diseña los planos de mi casa o acaba de bajar de una sonda espacial. No sé quién les habrá dicho a todos esos mentecatos que son algo más que el resto. Lo único que consiguen es hacer el ridículo.

13 comentarios:

Anónimo dijo...

Nunca nada tan evidente estuvo tan bien dicho( perdon,escrito)


Estoy totalmente deacuerdo con usted Maestro.

Anónimo dijo...

Y hasta en sus andares, Santiago. En su paso ensayado ante el espejo, en el rictus fantoche y violento, en la pose de: qué-sabrás-tú-que-yo-no-sepa.

Un abrazo

http://rosarojadeldesierto.blogia.com/ dijo...

Gracias, Santiago. Un auténtico ejercicio de sentido común necesario, ante la ignonimia que nos rodea. Se agradece por la transparencia y la sencillez que deslizas en tu texto. Me viene a la mente un artículo que leí en la prensa canaria cuyo título define claramente que los mentecatos no aman. ¡Salud!

Editor dijo...

Muchas gracias
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Me encanta la perfecta descripción que haces de esos pavitontos, de sus andares y de sus poses, y de ese hablar solemne tan empalagoso.
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Muchas gracias, Saro, me ha gustado mucho tu blog. Sobre la marcha lo he subido a mi lista de recomendados.

Anónimo dijo...

¡Desde luego! Vosotros, los escritores de las islas, estais siempre con lo mismo: las envidias y los celos contra los que valen más que vosotros. Les acusais por haber conseguido lo que vosotros aspirais. Así nunca llegareis a ninguna parte.
(uno de esos pedantes)

Anónimo dijo...

Yo conocí a uno con esa descripción y de apellido Monedero.¡Que cosas! ser pavitonto y apellidarte monedero...

Editor dijo...

Querido anónimo pedante, se equivoca de medio a medio o no ha leído bien el artículo: los pedantes a los que me refiero no han llegado a nada, o valen bien poco (no sé si usted se incluye adrede en ese grupo cuando firma como firma). A la mayoría de los otros que dice que envidiamos le aseguro que los tengo en alta consideración (y además los grandes que conozco son, en general, gente muy cercana y que vale mucho la pena). Lo de ser escritor isleño o continental creo que es una mera anécdota. Cuando te enfrentas a un texto no hay procedencias que valgan.
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Pues sí que es mala suerte no haber asumido, siendo monedero, que todo lo que contienes dura poco y apenas vale nada.

Riforfo Rex dijo...

Fuera bromas. (Soy el anonimo pedante). Me gustaría puntualizar que en el mundillo cultural canario se oye mucho este tipo de quejas desde ambos bandos: tanto la que yo he simulado como la que usted ha expresado. No digo que no deban ser expresadas, cada uno es libre para decir. Pero sí digo que este pingpong de resentimientos "se deja ver" mucho más de lo que convendría al desarrollo de un entorno cultural. Echo de menos oir hablar con admiración a mis paisanos unos de otros, en el ámbito de la cultura. Pareciera que aquí nadie admira a nadie de los que tiene alrededor. Esa falta de pasión por la propia cultura (yo sigo creyendo en lo local, lo global me sigue pareciendo un asunto de mercado)es el abono que siempre ha faltado aquí. Falta un contagio cómplice, pasión, entre los que aquí, ahora, forman la esencia de nuestro mundillo cultural local. Nos veo, a todos, siempre de espaldas unos a otros mirando hacia afuera.
(esto no es una crítica a usted, sino una apreciación mía particular)

Editor dijo...

Me tranquiliza saber que no eres uno de esos pedantes. Lo que cuentas es cierto, pero no sucede sólo en las islas: tiene que ver con esos "egos revueltos" de los que escribe magníficamente Juan Cruz en su último libro. Yo sí que admiro a muchos escritores canarios, y además lo he escrito públicamente cuando he tenido que hacerlo. Hay gente muy válida ahora mismo en las islas que, por suerte, está pudiendo dar a conocer su obra (la generación que nos antecedió, sobre todo en narrativa, se vio silenciada por falta de proyectos editoriales). Lo de criticar a los pedantes es algo que creo que debemos hacer para que no se confunda esa actitud despótica con la cultura. Los hay en todas partes (yo hablaba de los de aquí porque he tenido que sufrir a más de uno últimamente). En cuanto a lo localista o lo universal, soy de los que piensan que nunca hay que mirar la procedencia de un libro o un escritor. Lo que llega vale en todas partes, y siempre hay hueco para todos, nos gusten o no sus propuestas creativas. Es un placer poder encontrarte por aquí.

Meiga dijo...

Hay algo mucho peor que los pedante confesos y son los pedantes consentidos. De ésos tenemos buena culpa el resto de los mortales por reirles las gracias, ponernos a sus pies y demás florituras.

Curioso debate éste. Sin pedantería creo que he elegido bien al seguir este blog :)

Abrazos, Santiago.

Editor dijo...

Tienes toda la razón, a lo mejor los mimamos demasiado; o perdonamos sus canalladas confundiéndolas con supuestos destellos de genialidad. Un abrazo

Anónimo dijo...

Entoces quien les rie la gracia a estos minimindudillos no son la misma cosa que ellos???

Editor dijo...

Dependerá de cada uno de esos mindundillos que nombras; pero está claro que si se mantienen es porque a veces dejamos que se mantengan. De cualquier manera, el peor pedante es el que se cree un licenciado vidriera sin haber terminado siquiera la egebé. Esos nacen, crecen, mueren (y a veces se reproducen) creyéndose unos genios incomprendidos que terminan mirándose al espejo para ensayar cada uno de sus gestos o de soltar sus peroratas insoportables.