A veces nos condena a la melancolía eterna, a la nostalgia de los sueños imposibles.
Del descubrimiento, de la certeza, de esa isla que surge como una aparición en la línea del horizonte y, minutos más tarde, se esconde detrás de los nubarrones.
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A veces nos condena a la melancolía eterna, a la nostalgia de los sueños imposibles.
Del descubrimiento, de la certeza, de esa isla que surge como una aparición en la línea del horizonte y, minutos más tarde, se esconde detrás de los nubarrones.
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