4 de mayo de 2010

Carmen Ausina

Hace unas semanas coincidimos por última vez en la sede de Canarias 7 durante la presentación del libro Psicografías. La portada del libro era un cuadro suyo que me acompaña a diario antes de salir a la calle o cuando me quedo en casa buscando el sosiego y tratando de recuperar los equilibrios. Habíamos trabajado con mucha ilusión esa portada, mucho antes de que le diagnosticaran la enfermedad que definitivamente la ha acabado derrotando. Carmen Ausina había nacido en 1955 en Buenos Aires, pero casi toda su vida hasta los veinte años se fue haciendo en Barcelona. Allí conoció a Juan, y desde esos veinte años hasta ahora había vivido en Gran Canaria. Deja dos hijos y muchos amigos que echaremos de menos su eterna sonrisa.

Miró de frente a la muerte. Sabía de su destino, pero hasta el último momento hablaba siempre en futuro y sólo estaba interesada por los proyectos de los que más quería. Charlamos hace menos de una semana. Nos despedimos como lo hacíamos siempre, con la misma naturalidad y los mismos buenos deseos. Ahora nos queda su obra y su recuerdo, cada trazo de vida que fue dejando en sus cuadros. La echaremos mucho de menos.

Esa obra que nos deja es el mejor legado. Cada pedazo de arte que vamos haciendo nuestro a lo largo de la existencia nos va manteniendo a salvo de la mediocridad y de la chabacanería cotidiana. Por eso se agradecen tanto las propuestas que conmueven, porque nos permiten seguir salvándonos y porque ayudan a que el brillo no se borre definitivamente de nuestras miradas.
Carmen iba recogiendo por las calles los restos que los demás ven sin fijarse, todos los naufragios o los triunfos que pasan desapercibidos ante las prisas y la vorágine diaria. Y además lo hacía enriqueciendo lo que se salva del desastre y de acabar convertido en detritus. Nos enseñaba a mirar lo cotidiano. Cuando te paras ante un cuadro de Carmen Ausina te estás deteniendo ante la belleza. Uno se conmueve y al mismo tiempo se reconoce. Son paisajes que nosotros también hemos ido pintando sin darnos cuenta. Nos reflejamos en ellos.
También son obras que transmiten optimismo y esperanza, aun cuando algunas veces se presentaran en grises tirando a tristes o se cubrieran con un halo de nostalgia que se confundía entre la bruma. Detrás siempre hay una belleza luminosa y una exaltación a la vida sin caer en estridencias. Todo es sutil es los cuadros de Carmen. La sutileza y la ternura se aparecen por todas las esquinas. En la mayor parte de sus propuestas también nos reconocemos mortales y minúsculos en medio de la inmensidad del universo. Casi todas las perspectivas que nos aparecen en sus cuadros nos recolocan en el lugar que nos corresponde, en medio de la nada y de lo eterno, y de alguna manera se nos iguala a los restos de esos restos que ella salvaba y resucitaba a través del arte. Uno tiene la sensación de verse reflejado en sus texturas, y también de sentirse como cada uno de esos objetos y como cada uno de los tonos que van vistiendo sus celajes o sus conmovedores horizontes marinos. Carmen Ausina era una pintora con una mirada atenta a la vida. Lo que vio, lo que encontró, lo que sentía, y también lo que sufrió, nos lo devolvió siempre convertido en belleza.

3 comentarios:

Treinta Abriles dijo...

Y su obra le ha hecho eterna. Aunque es un escrito bastante "optimista", adivino una tristeza contenida e inevitable, por alguien a quien apreciabas mucho.

Descanse en paz y esperemos que su energia quede impregnada muchos años en todo lo que ella fue, quiso y tocó, para que, los que estabais a su lado, sigais realimentándoos de ella hasta el fin de vuestros días.

Belkys dijo...

Conmovedor y hermoso homenaje, Santiago. Como decía aquella canción de Alberto Cortés:"Cuando un amigo se va,se queda un árbol caído, que ya no vuelve a brotar, porque el viento lo ha vencido".Un abrazo

Editor dijo...

Se dejaba querer, Bea, lo mismo que sus cuadros se dejan mirar una y otra vez sin terminar nunca de ofrecernos nuevas maneras de soñar.
*
Muchas gracias, Belkys