19 de julio de 2010

Fotógrafos

Hace unos días asistí a un pequeño homenaje que le tributamos a un fotógrafo con el que trabajé varios años en el periódico. Contamos anécdotas, recordamos sucesos inolvidables, hablamos de compañeros desaparecidos y compartimos todo lo bueno que nos ha ido regalando la vida. Al final te das cuenta de que los malos ratos siempre se quedan empantanados en el fango del olvido. Nunca nada es completamente idílico, pero el cerebro sabe conservar lo que vale la pena y quedarse sólo con lo bueno. Cuando lo miraba canoso, sin la energía de cuando yo llegué al periódico, y con los ojos emocionados por el homenaje, me puse a pensar en todo lo que él había visto y en todo lo que le debemos. No quiero personalizar. Cuando hablo de este compañero hablo de casi todos los fotógrafos de prensa que han ido escribiendo la historia del periodismo canario. Sin sus miradas estaríamos huérfanos de imágenes: nada hubiera sido igual si ellos no hubieran activado la cámara en todos esos momentos imborrables que luego han ido escribiendo nuestros propios recuerdos.

Cuando llegas al periódico y sales por primera vez a la calle en busca de tu primera noticia sólo te acompaña el fotógrafo. Ellos nos han visto llegar a todos a lo largo de los años, y gracias a ellos hemos podido ir creciendo profesionalmente. El periodista se va consolidando en la experiencia diaria, y cada día es una aventura distinta que no tiene nada que ver con la del día anterior. Por eso engancha tanto. Todos esos fotógrafos, siempre impacientes, siempre con el síndrome del cierre de edición, son los que realmente nos fueron enseñando cuando empezábamos. Te despabilaban si te veían paralizado ante un suceso sangriento o te avisaban de algo que sólo se alcanza a ver desde el visor de la cámara fotográfica. Pero ya antes de llegar al periodismo, nuestra vida diaria estaba marcada por todas las fotos que ellos habían ido tomando durante años. Los goles de Germán o de Morete que veíamos en las portadas de los periódicos de la infancia o cualquier acontecimiento cultural, político o social nos llegaron con el gesto o la luz que ellos supieron captar. Los vemos ir y venir todo el santo día con sus cámaras a cuestas y no nos damos cuenta de que lo que están haciendo es llevar el presente de un lado para otro, evitando que se pierda, reconociendo la mirada embustera de un político, el dolor de alguien que lo pierde todo y también la alegría de quien gana una lotería o un partido de máxima rivalidad. Cualquiera de ellos, sobre todo los más veteranos, guarda en su retina el testimonio de la vida que pasa vertiginosa a nuestro lado. Son los que siempre han estado donde se ha ido escribiendo nuestra propia historia. Gracias a su mirada hemos podido contarnos.

2 comentarios:

Juanjo dijo...

Una imagen vale más que mil palabras. Creo que esta sentencia sintetiza a la perfección tu escrito.

Lamentablmente, no todos los fotógrafos nos dejan historias. ¿Has visto el "monumental" trabajo que han hecho con el no menos "monumental" Julián Muñoz?

Vamos, pa' darles una soberana paliza.

Santiago, hay una chica que me ha mencionado de forma especial mi blog de poemas y ahora he pensado que, para agradecérselo y seguir con la cadena, voy a hacer un pequeño homenaje. Si no estás muy ocupado, pasate por www.rimasdelalma.blogspot.com en los próximos días y ya me dices que te parece mi escrito sobre los blogs que más me gustan.

Saludos.

Editor dijo...

Le eharé un vistazo al blog y si me gusta lo subiré a la lista de mis recomendados. Un abrazo