11 de julio de 2010

La final

No sé qué pasará esta noche. La grandeza del fútbol está justamente en el azar y en lo imprevisto. Durante años hemos visto cómo la mala suerte se aparecía en la portería en la que estuviera atacando o defendiendo España. Siempre jugaba en contra nuestra. Pero hace dos años, en la Eurocopa, se empezó a cambiar el guión, y no sólo superamos los cuartos, nada menos que ante Italia, sino que además le ganamos la final a Alemania. Pero lo del Mundial son palabras mayores. Por eso esta noche nos jugamos tanto, aun habiendo conseguido lo que no habían logrado otros antes en todos esos mundiales que contribuyeron a consolidar nuestro sentimiento trágico del fútbol, y por ende también de la propia vida.

No sé si los canarios Silva o Pedro tendrán ocasión de jugar esta noche. Si lo hicieran, y si España ganara con un gol de cualquiera de ellos, ese guión que llevamos soñando desde la infancia concluiría con un corolario ciertamente sublime. Mañana, ganemos o perdamos esta noche, la vida seguirá como siempre, y con el paso del tiempo, en caso de derrota, recordaremos estos días como momentos emocionantes de nuestra propia existencia. Si ganáramos casi tocaríamos el cielo durante unos segundos. No exagero. Los futboleros saben de lo que hablo y lo que nos han marcado Cardeñosa, Eloy, Julio Salinas, Zubizarreta o El Ghandour. En la vida la suerte la encuentra quien la busca, y esta selección tiene talento suficiente como para que la diosa fortuna sólo tenga que empujar un poco cuando el balón ya esté a punto de traspasar los tres palos de la portería. No nos sacará el fútbol de la crisis, ni ayudará a paliar el desespero de quien sufre una enfermedad incurable o se ha visto atacado por alguna de esas penas imprevistas que vuelven sombría y monótona la existencia; pero sí es cierto que cantar el gol de la victoria esta noche nos podría acercar durante unos minutos a la gloria. Pase lo que pase, no habrá nadie que nos quite la emoción de esta espera ansiosa y soñadora. Hoy más que nunca el fútbol es el camino más corto que conocemos para regresar de inmediato a la infancia. En este partido estaremos jugando todos los partidos que hemos visto a lo largo de nuestra existencia, y también aquellos que soñamos en el patio del colegio conjugando los nombres que salían en las estampas y que alentaban nuestra imaginación más mitómana y grandiosa. Cada cual lo irá haciendo suyo a medida que el tiempo avance y que estemos más cerca de la gloria o del fracaso. Ya no tenemos edad para saltar al campo detrás de Silva o de Pedro, pero esta noche queda atrás la lógica y la prosaica realidad. Saltaremos al campo como uno más del equipo. Y que luego sea lo que Dios quiera. Nadie podrá quitarnos nunca la grandeza de disfrutar de una final que llevábamos esperando toda la vida.

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