22 de agosto de 2010

El verano de Coetzee

Hay escritores que se reconocen desde que uno se acerca a cualquiera de sus textos: tienen voz propia. Uno de los que cumplirían esa personalización de la literatura sería el surafricano J.M. Coetzee. Creo que es de los mejores que nos están contando estos tiempos tan convulsos que vivimos ahora mismo los que andamos por el planeta. Con su último libro completa una especie de autobiografía cercana a la ficción que ya había empezado con dos de sus entregas anteriores: Infancia y Juventud. Yo recomendaría cualquier libro de Coetzee. Reconozco que me siento como en casa cuando me dejo llevar por su forma de contarnos el mundo. Da lo mismo que el escenario se parezca poco al que habitamos: en todo momento su mirada apunta al ser humano con todas sus consecuencias. Importa poco su tono a veces sombrío y esos personajes que siempre se mueven en el límite de sus propias vidas. Alguna vez cualquiera de nosotros se acercará a alguno de esos precipicios cotidianos, o si no nos acercamos podremos entender qué sienten y qué viven los que están en el lado de los que sufren, los que ven cómo se viene todo abajo o los que sencillamente han entrado en ese estado extraño que tanto predispone a la melancolía. Lo curioso de este libro es que Coetzee escribe sobre sí mismo como si estuviera muerto: un biógrafo reconstruye su propia vida a partir de los testimonios de algunas personas clave en la existencia del escritor. Hay mucha ironía en esa original manera de contarse. Pero sobre todo podrán encontrar una mirada lúcida de alguien consecuente con el tiempo que le está tocando vivir. Si ya conocen a Coetzee poco tengo que decirles para hacerles volver a sus textos: si aún no se han acercado a él les sugiero que empiecen a rastrearlo en este Verano.

No hay comentarios: