24 de enero de 2011

Imaginativos

No ganó el más fuerte ni el más pendenciero. El que nos precedió fue el más imaginativo y el que sobrevivió gracias al ingenio y a las invenciones. El fuerte lo encontró todo hecho. En la prehistoria, cuando acabábamos de dejar al mono atrás, los más membrudos se hacían con las mejores tierras y con los más provechosos asentamientos. Los supuestamente débiles tenían que buscarse la vida entre riscales o paisajes inhabitables. Sobrevivieron gracias a su capacidad de adaptación. Los otros lo encontraban todo hecho. Levantaban la mano y tenían frutales con los que alimentarse. También se reservaron las mejores zonas de caza. No tenían necesidad de cavilar o de volver productivo un erial en el que no brotaba nada sin la mano del hombre. Unos se acomodaron y los otros fueron inventando e inventándose. Los que lo tuvieron siempre fácil perecieron en su propia comodidad o con los primeros contratiempos. No hemos cambiado mucho desde entonces.

Según unos estudios recientes, los que se perpetuaron no fueron los más fuertes. La evolución del hombre como especie estuvo en manos del imaginativo que inventó el arado o la rueda para poder suplir las carencias. En estos días no tenemos que inventar ningún arado, aunque nos sobran grandes inventos para sentirnos orgullosos de hasta dónde podemos llegar los humanos si nos ponemos a buscar. Hoy tenemos que retomar la capacidad de supervivencia de aquellos antepasados que aparentemente lo tenían todo perdido. Urge imaginación, trabajo, deseos de mejora y un sacrificio que sólo vamos a encontrar en nuestra propia manera de entender la vida. Nuestros abuelos sabían mucho de esto que escribo. O salían para Cuba o para Venezuela o se inventaban bancales casi imposibles en los campos para poder cultivar los pocos espacios que dejaba la tierra (o el terrateniente de turno). Cruzados de brazos o mirando a la tele no vamos a encontrar ninguna salida. Nos puede suceder como a aquellos homínidos que por no estar acostumbrados a vencer las dificultades perecieron a las primeras de cambio y se extinguieron para siempre en ese agujero negro que es el olvido. Fue algo parecido a lo que sucedió con los dinosaurios y con los otros grandes animales que reinaban en el planeta. A los cataclismos sobreviven los que mejor se adaptan, no los más grandes ni los más beligerantes. La naturaleza es la fuente más sabia. Mirando hacia el pasado también podemos encontrar las respuestas del futuro. Lo de ir siempre de frente es cosa de obtusos. La memoria enseña a reencontrar caminos. Ya a otros les tocó sobrevivir mucho antes. Los mamporreros y los iluminados sólo nos arrastran al caos y a la guerra. Las crisis sólo se superan con mesura, ingenio e inteligencia. Los que gritan y pelean nunca llegan a ninguna parte.

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