28 de febrero de 2011

Indolentes

Hace mucho tiempo que los seres más civilizados del planeta hemos aprendido a mirar, escuchar y callar. Las noticias van pasando veloces y no tenemos tiempo de detenernos más de cinco minutos en ninguna de ellas. Cuando nos queremos rebelar ya tenemos otra información que nos empuja. Nos tienen paralizados con la saturación. Ni siquiera llegamos a comentar lo que acabamos de escuchar o de ver con quien está junto a nosotros en el sofá de nuestra propia casa. Te reducen el sueldo, cierra la empresa en la que trabajan varios amigos tuyos, te dicen que vas a estar trabajando hasta que casi no puedas levantarte de la cama, te suben el precio de la guagua, de la luz y del agua, matan a mil personas por error en una eufemística guerra preventiva, violan o asesinan a mujeres casi a diario en fronteras de países civilizados y cercanos, tu equipo de fútbol practica un juego espectacular que lo llevará directo a Primera División, tu equipo de fútbol no gana en tres meses y corre el riesgo de bajar a Segunda B, cogen a otro político con las manos en la masa, ese mismo político te pide el voto a los pocos días con todo el descaro del mundo, o bien cierran servicios de Cáritas al mismo tiempo que invierten no sé cuántos miles de euros en cualquier charranada. Esa sucesión de noticias no me la estoy inventando. Nosotros, mientras escuchamos o leemos, nos quedamos en el sillón paralizados, indolentes y rumiando en silencio que la cosa no va bien y que esto tiene que explotar por alguna parte. Pero milagrosamente no explota.

Nos hemos quedado como se quedan las vacas que llevan al matadero: esperando lo inevitable con la mirada perdida. Aguardamos nuestro turno en el desastre sin plantearnos que el mundo que vivimos no cambiará si nosotros no ponemos algo de nuestra parte. Los egipcios, mientras no se demuestre lo contrario y no se radicalicen, podrían ser un ejemplo a seguir. Vale que está muy bien que nos mandemos correos electrónicos y que abramos páginas en Facebook clamando al cielo virtual, pero esas estrategias nos mantienen en silencio convenientemente aislados. No creo en sistemas que manipulan ni en mafias que estén moviendo todos los hilos. El sistema somos todos y nosotros mismos tenemos que ser los encargados de que la sociedad camine hacia el lado más justo, más solidario y más habitable. Debemos reaccionar ante lo que nos cuentan y tener sentido crítico. Si permitimos que un par goles o cuatro suripantas contando sus mamarrachadas nos narcoticen, dejaremos un planeta ciertamente tenebroso para los que vengan más tarde. Apostemos por la educación, por la cultura y por no dejar que lo que le duele al otro no nos afecte lo más mínimo. Volvamos a lo esencial y a lo tangible. Tecleando en máquinas sólo estamos contribuyendo a la asepsia de los sentimientos.

3 comentarios:

Moisés Morán dijo...

¡Cuánta razón tienes Santiago.!

P. Conde dijo...

Por seguir con esa inercia de protestar todo que mantengo, al menos, desde que aprendí la memoria, te diré que, aunque me resulte casi imposible quitarte la razón, no puedo apoyarte en esa protesta.
Cobro muy poco por mi trabajo, pero es que me encanta hacerlo. Sí creo en las mafias que manipulan,¿qué es, si no, este embrión de protesta? La cultura no tiene fronteras y abarca incluso lo que no compartimos. La tele tiene muchas cosas buenas y la mejor de todas es que puedes apagarla pulsando un botón. No voto a los políticos corruptos (a los que sepa que son así)y no votaría a los otros, si no existieran los primeros o si tuviera otro modo de castigarlos.
No considero que las vacas vayan con aceptación de lo inevitable al matadero. Creo que van con desconocimiento, como el que cargan la mayoría de los que forman las multitudes que protestan, derrocan, construyen, acusan, destrozan...
Y mi meta no es dejar un mundo habitable a mis hijos, a los que vengan después. Quiero que lo disfruten, que sean egoístas... que sean lo que quieran, porque, al fin y al cabo, los humanos somos así: imprevisibles, invencibles, cobardes, pequeños, hambrientos, vagos, malos, feos, borregos, líderes... y tontos. Y cualquier intento de quitar uno de esos ladrillos de los que estamos hechos, no es más que una automutilación.
Y seguiría hablando un rato largo, y escuchando más rato (mientras hubiera cerveza, pero ya es tarde, me tengo que ir a dormir y no quiero que el profe me tome tirria.
Un saludo.

Editor dijo...

Un saludo, Moisés.
*
Hola Pedro, los razonamientos que expones me parecen coherentes y defendibles. El pensamiento, como decía aquella canción de Aute, está siempre de paso, y todo lo que contribuya a hacernos dudar o a que formulemos nuevas preguntas nos hará, si no más sabios, sí por lo menos menos acomodaticios. Un abrazo.