20 de marzo de 2011

Primavera

Los tópicos acaban desprestigiando las grandezas y las virtudes. Cuando escuchamos a todas horas un mensaje se acaba mancillando y convirtiendo en una letanía ante la que pasamos de largo. Eso nos sucede a los canarios con la manida eterna primavera, o con tópicos tonados como lo del vergel de belleza sin par o el jardín ideal siempre en flor que encima hemos convertido en himno. No la toques ya más, que así es la rosa, recomendaba Juan Ramón Jiménez ante la belleza. Si tratamos de atraparla lo más probable es que acabemos convertidos en unos cursis redichos e insoportables. Son muchos los poetas que terminan descarriándose cuando se atiborran de adjetivos y de grandilocuencias delante de un paisaje lleno de flores o mirando una puesta de sol de colores casi increíbles. Lo mejor en esos casos es callarnos y disfrutar del momento. A veces, por querer atrapar esa belleza, no somos capaces de disfrutarla. O la estropeamos con esos versos y esos ditirambos que hermanan al pedante y al hortera.

Lo del clima primaveral de Canarias es algo que aprecian los chonis que nos visitan o los que han elegido estas islas para pasar los mejores años de su vida. Nosotros, como aquéllos que lo tienen todo fácil, no valoramos casi nunca la suerte que tenemos por vivir aquí sin temperaturas extremas y sin nubes que oculten el sol durante varios meses seguidos. Hay flores y cielos azules todo el año, y en diciembre o en febrero nos podemos bañar en la playa el mismo día que venimos de ver la nieve en la cumbre. Tenemos la gran fortuna de poder aliviar las penas mirando el paisaje casi todos los días de nuestra vida. A un sueco o a un irlandés, si le coge la tristeza en enero en su país, no hay azul o cielo estrellado que le salve. Y con esto no quiero decir que aquí poco menos que vivimos muertos de la risa desde que salimos de la cama. Hay tanto estrés o más que en cualquier capital europea, a veces el mismo ruido y un sufrimiento similar en tanatorios y hospitales. También hay males de amores y desencantos, depresiones y parados para los que esa eterna primavera no deja de ser más que una anécdota inapreciable. O eso creemos. Si no caemos del todo en la pena es por esa luz que nos sostiene y por esos baños en la playa que nos revitalizan. Somos afortunados por vivir aquí. Por eso tenemos que cuidar el entorno y el paisaje. La naturaleza ha hecho el trabajo más difícil y nos ha regalado un clima envidiable que deberíamos apreciar cada segundo de nuestra existencia. Se echa mucho de menos esa luz cuando estamos lejos. Pregunten a cualquier canario que viva en Europa qué es lo más que añora de las islas y verán que les responde apelando a ese calor siempre cercano. Supuestamente hoy llega la primavera a otros lugares del planeta. Para nosotros esa fecha no deja de ser más que un tópico.

3 comentarios:

AM Editorial dijo...

Isleños afortunados, pregúntenle a un peninsular qué echa más de menos, cuando está lejos... El cambio de estaciones, el cambio... No vivir en un día eterno ni en una noche sin fin.

Pero sí, a quien lo vive a diario hasta el Sol se vuelve cotidiano.

Bonita isla, tiene mil impresiones que llenan por dentro.

Editor dijo...

Todos añoramos lo que fuimos y la climatología que se ajustó a nuestros sueños. Otro abrazo

Distintos dijo...

Sí, muy afortunados, sin duda alguna. Isleños que cabalgan entre es sol y bellísimos acantilados..