13 de abril de 2011

Yo y otros círculos viciosos

Me acerqué al libro de poemas de Jorge Plaza el pasado mes de febrero. Querría haber escrito algo en aquel momento, pero los compromisos adquiridos, los que luego fueron surgiendo y todo lo que enreda el paso de los días me fueron alejando de mi propósito inicial. Recordaba el tono de sus versos y el poso que habían dejado sus imágenes y sus ritmos arriesgados, toda la voz propia y reconocible que uno encuentra en Yo y otros círculos viciosos, una voz de un poeta que juega a su vez con muchas voces y muchas formas de contar y de contarse. Plaza es muy Pessoa en la utilización de distintos registros y de diferentes tonos poéticos. Domina prodigiosamente el lenguaje, y a partir de ahí hace lo que crea necesario para acercarse a la emoción y para no dejar nunca inerme a quien le lee. Divide el libro en distintas partes con las que aprovecha para marcar una impronta y una manera de contar como la que estilaba el poeta portugués con cada uno de sus heterónimos. En la primera de sus propuestas, titulada El perro, encontramos sarcasmo, ironía, palpitante actualidad y una mordaz mirada a lo que le rodea. Como todo el poemario, lo genial y lo sorprendente se encuentran cada dos por tres para no dejarnos dormir ninguna modorra poética mientras leemos. En Las Piedras, Plaza se torna más metafísico y más profundo, pero sin perder ni un ápice de ironía y de precisión, sobre todo en sus planteamientos más aforísticos. En Anatomía del frío, por su parte, nos adentramos en una prosa poética muy juanramoniana y no menos baudeleriana con todo lo que puede dar de sí esa conjunción de lo cotidiano y de lo simbólico. También aquí nos despabilan sus ritmos sorprendentes y, aunque pueda resultar paradójico, lo reposado y espaciado de algunos de sus versos. Y finalmente llegamos a Días de mar gruesa: trece baladas argelinas, que es donde confluyen todas las miradas y todas las voces poéticas de Plaza en una panoplia evocadora, irónica, nostálgica, hedonista y luminosa. La relectura de este libro de poemas reafirma las impresiones que encontré en el primer acercamiento. Como entonces, los versos y las imágenes se han quedado a salvo del olvido en esos recovecos en los que uno guarda lo que sabe que nunca querría perder del todo. Da lo mismo que mi memoria no sea capaz de repetir ningún verso ni de declamar como esos poetas hiperestésicos que confunden la poesía con el cartón piedra de los decorados recargados de arabescos horteras. Estos versos han quedado a resguardo de todos esos peligros. Supongo que estarán donde el alma conserva lo que sabe que precisará para no zozobrar cuando le toque navegar por los días tristes o por los desconsuelos.


Yo y otros círculos viciosos
Jorge Plaza
Ediciones Idea

No hay comentarios: