17 de noviembre de 2011

Los amigos de la máquina


Ahora muchos de tus amigos te los sugiere la máquina. Se entiende que ella va tomando nota de tus rutinas y de tus aficiones y que, siguiendo complicados programas informáticos, te dice quién te conviene o con quién estaría bien que te relacionaras. Y si no es así, lo que hace, por lo menos en Facebook, es comprobar las coincidencias y recordarte que fulano o mengano tienen treinta o cuarenta amigos comunes. Y lo mismo que hace contigo lo hace con el supuesto coincidente, y así cualquiera de los dos termina cediendo y sumando nuevos desconocidos en esta virtualidad amistosa que nos enreda.

Muchos de esos amigos ni siquiera existen. Te creas un perfil falso, te inventas cuatro datos biográficos y pones cualquier foto, qué sé yo, una montaña nevada o una luna llena, y ya te conviertes en un amigo de tus otros supuestos amigos. Muchas veces no sabes con quién estás compartiendo confidencias, pero como cada vez salimos menos a la calle supongo que tendremos que ir asumiendo esos riesgos: hoy en día no conoces el tono de voz de la mayoría de la gente con la que te relacionas a diario. Y lo bueno de eso es que todos somos perfectos y que si te falla alguien lo borras y santas pascuas, todo muy aséptico y muy fácil, sin zozobras o temores de reencuentro que te fastidien una tarde. Incluso, si se pasa, te insulta o te viene con rollos raros, lo denuncias al sistema y lo pulverizan en un visto y no visto, desapareciendo de este mundo virtual y silencioso que habitamos cada vez más tiempo.

A la máquina no se le escapa nada. Ya no te olvidas de los cumpleaños y no te tienes que estar gastando un pastón en flores para conquistar al supuesto amor de tu vida: ahora las mandas virtualmente, lo mismo que las sonrisas, los abrazos y esos toques que te dan de vez cuando y que yo, que soy muy aprensivo, no contesto nunca por miedo a que me den calambre. Igual la propia máquina elimina este texto cuando reconozca que estoy cuestionando sus procedimientos, o me borra a mí y nos dejamos de ver usted y yo para siempre, o me deja sin amigos escribiendo en el vacío de la virtualidad, condenado eternamente como aquel Sísifo que subía la pesada piedra a la montaña. Si la máquina quiere te aparta inmediatamente del mundo. Igual no tenía que haber escrito esa última frase. Uno empieza dando pistas y cuando se quiere dar cuenta termina prisionero de sus propias ocurrencias. Alguien dijo una vez que en el mundo que venía las máquinas nos terminarían controlando. Hoy se va la luz y al poco rato te quedas sin amigos. Lo tienen a huevo.

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