Uno tiene sus muertos
para cuando toca llorar,
y un pedazo de cielo
para mirar lejos.
También un pozo tibio de ternuras,
emociones e instantes inolvidables,
y un paraíso perdido en la infancia.
Una colección de piedras y caracolas marinas,
muchas fotos con más de veinte años,
y el calor de todos los veranos.
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