14 de febrero de 2012

Newton


Las evidencias aseguran que todo lo que sube termina bajando. Ese sería un buen titular para cuando no tuviéramos nada que publicar en el periódico. En todas partes siempre hay alguien que sube y que luego bajará, o que estaba arriba y ya está enfilando el camino de bajada. Los males de altura no solo afectan cuando se llega al Machu Pichu: una vez arriba hay gente que cambia de la noche a la mañana y que olvida por completo su mortalidad. Claro, luego lo pasan fatal cuando comienza ese inevitable regreso al estado natural que comentábamos al principio: se han creído inmortales o han terminado pensando que lo de la manzana de Newton era un camelo. Y encima, aun sin que terminen de llegar abajo, les aparecerán los que quedaron a mitad de camino esperando su regreso, o aquéllos que aguardan a que el cadáver de su enemigo pase delante de su puerta (siempre me ha parecido una estúpida estrategia ese rencor acumulado esperando al otro y renunciando a todo lo que se ganaría con el olvido). Quizá la clave de esas subidas y bajadas esté en las formas. No recuerdo quién me dijo un día que a lo más alto se puede llegar trepando como una serpiente o volando majestuosamente como un águila. Si has aprendido a volar supongo que podrás evitar la caída. A los otros les espera un duro y vergonzante camino de vuelta. Pero eso solo lo descubren luego, cuando cae la manzana de Newton y la propia gravedad del mundo les arrastra también en la caída.


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