2 de abril de 2012

La tentación de la tristeza


La tristeza le acompañaba a todas partes. Salía a correr y allí estaba ella justo un centímetro detrás recordándole las ausencias, las derrotas y el mal de amores. Por más que corría, no lograba quitársela de encima. Nosotros le decíamos que tratara de despistarla en alguna esquina o haciendo como que se iba a amarrar los cordones de las playeras, pero no había manera. Él decía que su tristeza era insistente y tenaz, una tristeza vocacional que no cesaba en ningún momento. Uno de los amigos le habló de Chéjov y le recordó que el escritor ruso aseguraba que se escribía alegre cuando se estaba triste, y triste cuando se estaba alegre. Desde entonces no hay quien lo separe del teclado del ordenador. Ya ha escrito seis novelas, cientos de poemas y decenas de relatos. Unos días consigue que todo el mundo se parta de risa con su humor y su ironía y otros que los lectores se emocionen con la luminosidad de sus textos. Solo llora cuando tiene que levantarse al baño o a comer algo.

1 comentario:

Germán Hernández dijo...

Encantador Texto!

Dulce y amargo humor!

Saludos!