Los barcos se vuelven sombras a última hora de la tarde, trazan rutas de viajes imposibles y navegan sobre todos los sueños olvidados. El Puerto de La Luz, gris y otoñal como si no fuera verano, llega siempre a julio con nostalgia de Dublín o de Amberes, o como un atraque de Lisboa con saudade de grises y rojos que ensombrece las fotografías de todos los enamorados.
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