5 de octubre de 2012

Doctor Centeno

Creo que en estos tiempos tan desnortados conviene regresar cuanto antes a los clásicos para buscar resuello y descubrir que el ser humano, en esencia, no hace más que repetir una y otra vez su propia historia. A Galdós, por ejemplo, se le reconoce en cada página de Doctor Centeno. Hay un ritmo, una forma de narrar y una manera de armar las historias que lo identifican apenas leemos unas cuantas líneas. Don Benito es un escritor con voz propia que en este libro se hace aún más presente. El sarcasmo que aparece en muchas de sus páginas, incluso en las que cuentan situaciones dramáticas, le define. Y además hay un humor muy canario, muy socarrón. Felipe Centeno está emparentado con Lázaro de Tormes, pero sobre todo con Pablos el del Buscón, aquel que decía que cambiando de lugar no se cambia  a no ser que cambie también la actitud, el comportamiento y la manera de vivir. Y luego está un Madrid que puede que aún siga siendo Madrid porque lo escribió Galdós. Y está uno de los personajes mejor creados por el escritor canario, Alejandro Miquis, el bohemio soñador, el joven estudiante de Derecho (como Galdós) que quería vivir de la literatura. Y está el teatro, una de las grandes pasiones de Galdós. Yo creo que si le hubieran dejado escoger, habría querido pasar a la historia como dramaturgo (lo fue, y además genial, sobre todo en Electra) en lugar de como novelista; pero por suerte pasó como novelista y, de alguna manera, en ese tránsito también nos fue escribiendo a nosotros en muchos de sus personajes.

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