25 de enero de 2013

Espejos y charcos


A veces tienes que volver al espejo que te vio de adolescente,
regresar a la casa de tus padres y mirarte en su azogue ajado
para ver si todavía eres capaz de reconocerte ante tus ojos lejanos.
Da lo mismo que ese cristal ya esté hecho añicos hace años.
Tú lo puedes recordar en cualquier momento asomándote a tu mirada,
o acercándote a la quietud de los charcos que encandilan la tarde
para que descubras que el brillo no se pierde en ningún fondo oceánico.
Será otra cara y serán otras las aguas que te contemplen;
pero al final tu pupila y sus estelas luminosas
volverán a eternizarse entre las oscuras rocas de los mismos charcos.

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