Uno no elige dejar de soplar las velas en los cumpleaños.
A una cierta edad nos retiran la tarta y las piñatas.
No preguntamos nunca qué es lo que pasa
y nos acostamos intuyendo que ya no nos ven niños,
que de alguna manera sobramos en el paraíso de la infancia.
Si acaso a los cuarenta te improvisan una patética fiesta sorpresa.
Te compran una tarta, te traen regalos, te obligan a brindar,
pero cuando cierras los ojos para soplar las velas
tu secreto deseo es que todos se marchen cuanto antes
1 comentario:
Siempre seguiremos siendo niños, sin piñatas o sin velas. Ahora, además cumplimos los años como padres. Un abrazo.
Publicar un comentario