La abrazaba con todas sus fuerzas
en los acantilados más inaccesibles,
en las playas más solitarias
y en las noches más oceánicas.
No quería que el mar se la llevara.
Desde que ella le contó que era una sirena
trató de ahuyentar a las escamas con abrazos.
Aún se siguen besando lentamente cada tarde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario