y que saben del silencio de tus lágrimas,
de la alegría de tus grandes momentos
y sobre todo de ese discurrir tranquilo,
de los días sin grandes sobresaltos
o sin llamativos acontecimientos,
como cuando bajaba el agua por las acequias
en las tardes de los veranos de infancia
y la vida parecía siempre un juego interminable.
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