No hace falta que los escribas sobre la epidermis
porque sus trazos vienen de muy adentro
y erizan tus poros cada vez que resuenan.
Son nombres que acariciaste en las noches largas,
o que tuviste alguna vez entre tus brazos,
da lo mismo que fueran unos minutos o unos años.
Los recordarás siempre, aun sin pronunciarlos.
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