Al paso de los años solo conservas las palabras que merecieron salvarse del olvido. Desaparecen las maledicencias, los improperios y los adjetivos cargados de maldad y de envidia. Recuerdas solamente a quienes te hablaron desde la honradez, la dignidad o la belleza. Los ecos de nuestra memoria son mucho más sabios que los oídos que a veces nos ofuscan en lo inmediato.
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