27 de mayo de 2010

Diáfanos

Nadie llega a ser diáfano.
Ni siquiera tú, amada, eres diáfana.
Puestos a vivir somos inevitablemente sombríos.
Pero respiramos. Necesitamos el oxígeno,
ese mendaz veneno mezclado de azar y de intemperie.

1 comentario:

Bi dijo...

Sí, tus palabras son diáfanas y también los sonidos que nos acompañan cuando estamos en silencio. Y el corazón es diáfano, aunque se avergüence, aunque lo disimule, aunque muera aplastado y terriblemente torpe.