Pasó mucha gente que fue dejando rastrojos.
Ella les escuchaba y él también les fue haciendo caso.
Al final solo perdieron esos dos enamorados.
Los otros seguro que siguen por ahí aconsejando.
De repente comenzaron a no aguantarse
y no faltaron manos que les separaran.
Ni siquiera pudieron despedirse
entre toda aquella andanada de canallas.
Han pasado varios años desde entonces.
Los dos se sientan algunas tardes a recordarse.
Cada uno por su lado, lejos de sus propias sombras,
con otras vidas y otros amores, en otras ciudades,
cada vez más lejos de un reencuentro,
del secreto deseo de perdonarse
y de salvar todo lo que se amaron antes del desastre.
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