Ni siquiera se preocupó de enviarlos a alguna editorial,
tampoco se los enseñó a algún amigo para que los valorara.
Llevaba toda la vida buscando aquella música en las palabras.
Murió feliz sabiendo que había escrito lo que deseaba.
Ahora sus versos los firma otra poeta que se lleva la gloria.
No sé qué pensaría él; pero supongo que le daría lo mismo.
Para mí que los dejó sabiendo que la vanidad los terminaría salvando.
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